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            Expresión de San Pablo que repite en  diversas cartas: Rom. 6.6 y 7.22; 1 Cor. 2.14; 2 Cor 4.16; Ef. 2.15, 3.16, 4.  22 y 24; Col. 3.4. Alude con la metáfora al hombre pecador que se contrapone  con el hombre salvado por Cristo, que es el redimido por su muerte, el lavado  con su sangre. El hombre viejo es el heredero del pecado d Adán. El nuevo es  el adornado con la gracia divina. 
     La ascética cristiana recogió permanentemente  esta comparación paulina y perfiló todo un itinerario de renovación permanente  por la práctica de la virtud, por la evocación al Salvador, por la lucha contra  el pecado. 
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