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Virtud que consiste en someterse por motivos religiosos a quienes tienen autoridad mandar. Como tal, es un valor no sólo en el orden religioso (por la fe, por votos y promesas, por deber de estado), sino también en el orden natural.
La obediencia como valor y virtud no debe ser identificada con la mera sumisión, realizada por coacción o sin una motivación suficientemente espiritual para ver en la dependencia sólo acatamiento, entrega a la jerarquía, servidumbre feudal.
Durante mucho tiempo en la ascética cristiana, por influencia de la espiritualidad jesuítica, se cultivó el ideal de la "obediencia ciega", que se identificaba con frecuencia con el cumplimiento mecánico, absoluto y alejado de toda discusión. Con todo nunca fue ensalzada del todo la obediencia ciega e indiscutida, como para llegar a justificar como bueno el cumplimiento de normas contrarias a la moral. Ni siquiera en los ámbitos militares la llamada "obediencia debida" exime de responsabilidad, si versa sobre lo que no se ajusta a derecho o a conciencia.
Por eso se resaltó siempre, de una u otra forma, que la obediencia es siempre la expresión de fe, pues conduce a ver a Dios en el que tiene "derecho a mandar" y mueve a ejecutar los mandatos por algo más que por consideraciones terrenas.
Hoy, en las coordenadas de una nueva cultura más humanista y democrática, se prefiere hablar de "obediencia libre e inteligente", en donde se valora sobre todo la finalidad y la intención más que la materialidad del mandato. Por eso se habla de obediencia corresponsable, personal, humana y se asumen los mandatos como cauces y no como leyes, como estímulos para el bien común y no como suplantación de las opciones propias por las ajenas. Por eso sin libertad de conciencia, sin discernimiento libre, sin referencia a la luz del Evangelio y a la rectitud no se puede hoy hablar de obediencia.
En este sentido hay que educar a los catequizandos, lo cual no está reñido con una enérgica demanda de austeridad, de humildad, de renuncia al propio gusto (no al propio juicio). La catequesis de la obediencia requiere hoy una notable adaptación pero también una inteligente planificación. Valores como el orden, la responsabilidad, el sentido del servicio a la comunidad, de disponibilidad, de la solidaridad debe ponerse como plataforma de la acción humana.
Los niños que no aprenden y no saben obedecer no se preparan para ser adultos responsables y equilibrados que luego sepan mandar. Y esto deben tenerlo en cuenta los padres, los maestros, los catequistas y todos los que trabajan en la noble tarea educadora.
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