Obras  
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   Acciones humanas que se realizan con conciencia y voluntad y cuya bondad o malicia dependen de la intención y del objeto.
     - Son buenas las que tienen objeto bueno e intención buena (limosna para ayudar al prójimo)
     - Son muy malas las que tienen objeto malo con intención mala (robar para ofender).
     - Y son malas simplemente si el objeto es bueno pero la intención mala (limosna para ofender) o el objeto es malo aunque con intención buena (robar para ayudar).
   El concepto general de "obras" con diversos significados (acciones, trabajos, milagros) se halla abundantemente usado en la Escritura, pues se habla de forma continua del hombre como ser activo. Pero hay en el término "obras" (ergon) cierto sentido de compromiso y no sólo de actuación libre. Asi aparece empleado este término más de 300 veces en el Nuevo Testamento: como misión en la tierra (Jn. 4. 34 y 36; Jn. 17.4); como contraposición entre las buenas y las malas acciones (Jn. 8. 41; Jn. 8.34); como demanda de complementación con el concepto de fe (1 Cor. 3.13; Gal. 2.16; Ef. 2.9; Sant. 2.14 y 25).
    En este triple sentido, las "obras" se presentan en la Escritura como el sello de Dios si son buenas; y son el camino del alejamiento de Dios, si son malas. Superan su categoría antropológica de acciones sin más y se convierten en lenguaje que sale del corazón para el bien o para el mal, para la práctica de la virtud o para el alejamiento de la salvación
   Para la salvación no bastan las obras materialmente buenas. No basta la fe para "entrar en el Reino de los cielos; tam­bién el Demonio cree y sin embargo tiembla... Es preciso hacer la voluntad, las obras, de Dios" (Mt. 7.21 y Sant. 2.19). Pero las obras sin la fe son actuaciones vacías y estériles.
    Las obras de Jesús son presentadas como la prueba de su misión unas 30 veces (Mt. 11.19; Jn. 6.31; Jn. 9.3; Jn. 10. 25 y 37;). Con ellas los Evangelistas y persistentemente los escritos paulinos dan la señal de lo que es cristiano.
    La auténtica fe se justifica con las obras, tal como aparece con nitidez en la Carta de Santiago, tan temida por los luteranos por considerarla contradictoria para el principio radical de "fe sola", y tan mal interpretada con frecuencia por los católicos adheridos al principio de "sobre todo obras".