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        Lugar de oración. En la liturgia se designa  con este nombre un lugar de culto que no llega a templo o edificio (iglesia,  parroquia, colegiata, catedral). 
   En él se autoriza a celebrar la Eucaristía  en forma privada (reservada) o con apertura al público (oratorio público). 
   Aunque los términos han caído en desuso, la  iglesia reclama un lugar digno para la celebración de los sacramentos, de  manera especial la Eucaristía (C.D.C. cc. 1223-1229). Si el oratorio está concedido  para una persona particular, se identifica con la capilla. 
    En la  Iglesia Oriental, donde la organización parroquial no es tan completa ni tan  rígida como en Occidente, los oratorios privados fueron históricamente más  numerosos que en Occidente, donde la ley eclesial los restringió a los autorizados.  En el Derecho se diferencias los públicos, los semipúblicos y los privados,  según el servicio que prestan de forma abierta, a una comunidad concreta o a  una persona con privilegio de tenerlo. 
   + En el Renacimiento, por influencia de S.  Felipe Neri, se denominó con este nombre, sobre todo en Italia y España, el  centro de oración, de catequesis, de otros encuentros incluidos los artísticos  y musicales, La primera fundación fue en San Girolamo, en Roma, donde sus  discípulos se reunían para la instrucción espiritual. Las conferencias tomaron forma  de encuentros periódicos, preferentemente para la instrucción de los jóvenes y  pueblo fiel. 
    Para sostener la obra S. Felipe Neri, con sus  colaboradores, formaron la Congregación del Oratorio, aprobada por Gregorio  XII el 15 de julio de 1575. Al extenderse la congregación por Italia, España,  Suiza y Austria, Polonia, Inglaterra y Canadá, USA y América Latina, el nombre  de oratorio se hizo universal. 
   La misión de los oratorios quedó consignada  en la normativa que desde el principio se organizó: oración, predicación y los  sacramentos. 
    - La  "Oración" incluye la esmerada celebración de los sacramentos y de los  oficios litúrgicos. 
    - Los  "Sacramentos" se deben recibir con frecuencia, práctica en su tiempo  muy decaída. Por eso el oratorio facilita un confesor permanente y se invita a  la comunión con la piedad eucarística. 
    - La  "Predicación" suponía frecuentes instrucciones a los asistentes  (cuatro sermones diarios se predicaban en la iglesia de Roma).  
   En los encuentros del Oratorio se cultivaba  mucho la música, piadosa y popular, aunque ejecutada con elevado nivel  artístico. Palestrina, amigo de s. Felipe, compuso muchos de los  "laudes" que se cantaban. Animuccia, maestro de coro en San Pedro,  asistía cotidianamente para guiar el canto. En ese contexto musical la  asistencia resultaba gratificante, educativa, piadosa y deseada. 
   - Por  efecto de esas influencias musicales se divulgaron piezas musicales que se  denominaron oratorios. Además de las de Palestrina, algunas son artísticamente  magníficas y se prestan a catequesis maravillosas desde el lenguaje del arte.  Tales son "El Mesías" de Handell, "La Creación",  de Haydn, "Elías" de Mendelson, "El Rey David" y  "Juana de Arco en la Hoguera", de A. Honegger. 
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