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Pasión o acto que lleva a sobrestimarse a sí mismo, con o sin motivo, y con desprecio de los demás. Como actitud radical de la persona desencadena una serie de actos ofensivos para el prójimo e incluso ofensivos para Dios.
En la Escritura Sagrada está condenado con frecuencia como contrario el hombre creado por Dios para servirle: Is. 10.13 y 14.12; Gal. 6.3; 1 Cor. 4.6; 2 Cor. 10.7. Se declara que el orgullo se opone a Dios: Tob. 4.14. Conduce al hombre a la perdición: Ecclo. 10.14; Sant. 6.6.; 1 Pedr. 5.5.
Es la fuente de otros muchos pecados: Prov. 26.12; 1 Jn. 5.44. Y conviene recordar que Dios humilla a los soberbios y ensalza a los humildes: Job. 20. 6-9; Salm. 31.24; Prov. 16.18. Así lo recuerda el cántico de María Santísima, el Magnificat, cuando afirma que el Señor "ensalza a los humildes y humilla a los poderosos" (Luc. 2. 52).
La piedad cristiana siempre entendió el orgullo como fuente de todo desorden.
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