PADRENUESTRO.
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     El "padrenuestro" es la oración más excelente que ha resonado durante dos milenios en el contexto cristiano. Es la plegaria enseñada pro el mismo Jesús y la que siempre ha sido mirada como el resumen de todo el mensaje salvador que el Divino Mesías trajo a la tierra.
   Es, por lo tanto, el corazón y alma de toda catequesis, pues no hay principio más sagrado en el mensaje cristiano que el amor al Padre Dios, el cual se refleja en la plegaria amorosa que elevamos pidiendo la paz y el pan, la libertad, el amor y el triunfo sobre el mal.
   Nacida de los labios de Jesús a peti­ción de sus discípulos, la plegaria del Padrenuestro ha sido a lo largo de los siglos palabra de unidad, de amor, de fraternidad y de la presencia del Hijo ante nosotros y del Padre con nosotros.

    1. Contexto
  
    El texto del "Padre nuestro" sólo pue­de entenderse en el contexto bíblico del nuevo Testamento, en el que la figura creadora del Dios supremo, Yaweh, queda superada por la plenitud reveladora de Jesús, que hablo de Dios como Padre suyo y como Padre de los hombres.
   En el Antiguo Testamento apenas aparece la denominación de Dios como Padre tan sólo con un alcance metafórico: Os 11.3-8; Jer. 3.4 y 31.9; o en el contexto de alguna plegaria sálmica: Sal 2.7; 68.6; 89.27; incluso aludiendo al sentido protector de la divinidad en los Sapienciales: Eccle. 23. 1-4 y Sab. 14.3
   Sin embargo en el nuevo Testamento es la forma preferente de reflejar la realidad divina y la especial vinculación providencialista con los hombres.
   De las 430 veces que aparece en el Nuevo Testamento el término "padre",
   - 270 veces se refiere a Dios.
   - De ellas, al menos 217 aluden a Dios como Padre de Jesús, sobre todo recogiendo palabras directas del Maestro.
   - Y 53 aluden a Dios como Padre de los hombres, sobre todo de los seguidores de Cristo.
   - San Pablo usa además 11 veces el término arameo y afectivo  de "Abba" (papá, padrecito) Y cita 37 veces la referencia al Padre de Jesús.
   - En los Evangelios se derrocha la alusión pater­nal con 150 referen­cias a Dios, Padre de Jesús. (22 en Mt. 3 en Mc. 10 en Lc. y 115 en Jn).
   - En Juan hay que añadir, a las 115, las 16 en las Epístolas y 5 en el Apocalipsis, lo que dan 136 propias de él.
  - Además hay 3 referencias en los Hechos y 6 en las otras Epístolas no citadas.
  - El concepto de Dios, como Padre de los hombres, surge 53 veces.
  - De ellas, aparecen 28 en los Sinópticos (21 en Mt. 2 en Mc. 5 en Lc.) y sólo 3 en Jn. Son 31 en los Evangelios.
   - Y son 19 las que emplea Pablo y 3 las que aparecen en los demás libros. Algunos exégetas han querido ver en la Primera Epístolas a los Tesalonicenses un eco clarísimo del Padre nuestro y de que ya en el primer momento cristiano (Epístola anterior al año 60, acaso del 53) era fórmula usual en la comunidad de los seguidores de Jesús.
  En efecto, Pablo habla de varios rásgos fundamentales

  1. Del Padre Dios nuestro, cuatro veces en la carta (1.3 y 3.11 a 13) .
  2. Padre que está en los cielos (1.10 y 4.16)
  3. Sobre la santificación del nombre divino hace alusión en 3.13 y 5.23
  4. De la voluntad de Dios habla en 5.8.
  5. Hay explicita referencia a la venida del Reino de Dios en 2. 11-12 y en 5.3
  6. Sobre el perdón de las deudas hay clara referencia en 5-15
  7. Y sobre la liberación de la tentación se expresa el deseo en 3.5
  8.  Para terminar deseando la victoria sobre el maligno 2, 18, 3.15, 5.22 y 5.15.

    Con todo, no es fijo que se pueda afirmar con rotundidad la existencia de la fórmula del padrenuestro en la mente paulina en estos momentos, aunque no ha de excluirse sin más, cosa que resultaría evidente si la Epístola fuera del final del siglo I, cuando ya era usual el recuerdo de la emotivas palabras del mismo Señor cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar.
     En este contexto es fácil entender el valor del término "Padre nuestro" em­pleado por Jesús cuando alude a cómo "debéis vosotros rezar."
     Si además resaltamos la diferencia clara que hacen los cuatro textos evan­gélicos sobre la expresión "vuestro padre (29 veces), "mi Padre" (50 veces) y "el Padre" (92 veces) y advertimos que sólo una vez aparece el "nuestro Padre," que es precisamente en la fórmula evangélica, entendemos que, al recitar esta fórmula, estaba Jesús configurando una plegaria singular.

     2. Valor global

   Si es una fórmula singular, merecía una atención especial en la Historia de la Iglesia desde el momento en que se la entregó Jesús. Y ciertamente la tuvo. Ningún texto evangélico tuvo tantos miles de comentarios, de alabanzas, de signos de admiración. Ninguna plegaria en la historia de las religiones ha sido recitada tantas veces por labios huma­nos en este mundo.
   Lo decía S. Agustín: "Recorred todas las plegarias que hay en las Escrituras, y no creo que podías encontrar algo en ellas que no esté en el padrenuestro, la oración dominical" (Ep. 130.2)
   Es una formula-mandato. "Habéis de orar así...". Es fórmula-programa, según  el contexto en el que va: "No hagáis como los fariseos... cerrad la puerta... si no perdonáis..." Y es una fórmuladeshago, a juzgar por lo que pide: santidad, pan, perdón, libera­ción.
   Es lo que han entendido siempre los cristianos de todos los tiempos al recitar el padrenuestro como mandato del Señor. Por eso se ha llamado siempre la "oración dominical", la del Señor.



 
 

2.1. Enlace con Jesús

   El hecho de ser el padrenuestro la plegaria común de todo cristiano y de que sea la única vez que se expresa la forma inclusiva de "nuestro padre" en labios de Jesús, hace que esta fórmula resulte entrañablemente mística, doctrinal, práctica, solidaria, para todos los creyentes.  No es una fórmula ritual, sino programática, en el sentir de la Iglesia.
   Sólo de Jesús, en cuanto Hijo de Dios Padre, podía brotar una maravilla así. Por eso decía Sto. Tomas: "Es la más perfecta de las oraciones. En ella no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino que lo hacemos además en el orden que conviene de­searlo. Esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que configura todos nues­tros sentimientos"." (S. Th. 2.2. 83.9)
   Jesús podía decirla pues era y se sentía el Hijo de Dios des­de el primer momento: "Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley"  (Gál. 4. 4).
   Es Jesús el que indica cómo hay que orar y el que ora con sus discípulos. A pesar de que diga textos acomodados, que estrictamente no dicen con él: pecado, tentación, mal, que ape­nas si pue­den ser enten­di­das en referencia a sí mismo, sin embargo es El mismo quien pro­nun­cia esas pala­bras que para que sus seguidores las repitan por todos los siglos venideros.

   2.2. Referencia a su oración

   Es interesante resaltar que en Lucas, el motivo del Padre nuestro está en el mismo ejemplo de Jesús: "Una vez estaba él orando en cierto lugar. Al terminar, uno de sus discípulos le pidió: Señor enséñanos a otras como Juan enseño a sus discípulos" (Lc.11.1)
   No podremos entender el sentido ver­dadero de plegaria, sino en el contex­to de la vida de oración significativa de Jesús. Gracias a ella, descu­brimos que el Padre está cerca, que escucha las cosas más naturales, que se le deben pedir las cosas más sencillas como el pan de cada día, que en todo momento hay que dirigirse a El, como lo hizo Jesús: de madrugada (Mc. 1. 15), al caer la tarde (Mc. 6.46), de noche (Lc. 6.12) o en el trabajo de cada jornada (Mt. 11. 25-26).
   El Padrenuestro sólo se entiende en el contexto de las diversas formulas que Jesús empleó: "Señor del cielo y de la tierra" (Mt. 11. 25); “Todo es posible para Ti” (Mc. 14.36); “Abbá, Padre"” (Mc. 14.36); "Yo te bendigo Padre" (Mt. 11. 25; Mc. 6.41; Jn. 11.41-42); “Que se cumpla lo que tú quieres” (Mc 14,36); ”Aparta de mí este cáliz” (Mc. 14.36); “¿Por qué me has abandonado?" (Mc. 16.34); “En tus manos pongo mi espíritu” (Lc. 24.46).
   El Padrenuestro es para todos los cristianos una oración sagrada, no sólo porque ha salido de los labios mismos de Jesús, sino porque es una síntesis de todo su Evangelio. Por eso, al recitarla una y otra vez, cada uno descubre con profundidad el corazón de Dios.
    Durante su vida terrena, Jesús vivió su relación con el Padre por la oración. Su enseñanza fue absolutamente original y única, ya que brotó de su conciencia de Hijo de Dios. Ofreció una fórmula filial, que se dirigía a Dios con toda confianza. El mismo empleó la expresión aramea y popular de "Abbá" (padrecito) y manifestó su actitud de dependencia en función del testimonio que está ofreciendo a sus seguidores.
   Al enseñarles a decir: Padrenuestro, su mirada escatológica se dirigió a todo el universo. Contempló recitar esa fór­mula en todos los rincones de la tierra y a lo largo de todo los siglos venideros.
   Hijos adoptivos de Dios por la fe y el bautismo, receptores del Espíritu Santo prometido, los seguidores de Jesús se unirían siempre a él en esa referencia al Padre del cielo, mediante el grito de “Abbá, Padre” (Gál 4.6) y mediante las peticiones de la más sublime de las plegarias bíblicas y eclesiales.

   2.3. Conciencia cristiana

   En esa actitud es normal, que los cristianos de todos los tiempos se hayan desecho en alabanzas para la fórmula.
  Tertuliano diría en los tiempos antiguos: "Verdaderamente la oración dominical es el resumen de todo el Evangelio... Por eso, después de haberla dado, añadió: Pedid y se os dará... Cada uno puede dirigirse al cielo con diversas plegarias. Pero debe empezar por la oración del Señor, que es la oración fundamental." (De Orac. 1)
   En los tiempos modernos, en el Directorio de Pastoral Catequética, se dice: "El padre nuestro condensa la esencia del evangelio, sintetiza y ordena las inmen­sas riquezas de oración contenidas en la Escritura y en la vida del a Iglesia. Es la plegaria propuesta por Jesús y recoge la confianza filial junto con los deseos más profundos con los que una persona puede dirigirse a Dios." (Directorio 115)
   Hasta los escritores heterodoxos, como Lutero decía: "Aun hoy mamo como un lactante del padrenuestro, bebo y engullo en él como un viejo, no puedo saciarme del todo con él." (Escritos)
   Y es que el Padrenuestro ha sido siempre la oración considerada central en la Iglesia, en la liturgia, en la piedad popular, en la gente sencilla, en los maestros de doctrina y teólogos. Ha sido siempre mirada como la oración de la Iglesia por excelencia.
   Lo decía S. Juan Crisóstomo: "El Señor nos enseñó a orar en común con todos nuestros hermanos. No dijo, "Padre mío, que estas en el cielo", sino "Padre nuestro".

   Así nuestra oración es una sola alma para todo el cuerpo que es la Iglesia." (Homil. Sobre  Mt. 19.4).  Los cristianos podemos participar ya en esta vida, por medio de la oración del Señor, de la misma comunión que, en su vida terrena, vivió Jesús de Nazarett con el Padre. Al enseñarnos a orar con sus propias palabras, Jesús nos introduce en su propia oración, en su propia espiritualidad, en el secreto de su corazón de Hijo de Dios hecho hombre.

   2.3. Espíritu y estructura

   El Padrenuestro es la oración que configura nuestra mente y nuestro corazón con Jesús. Es el modelo y el programa de toda oración cristiana. Es forma de vida: la de los hijos de Dios; es espíritu de la acción y de la proyección del cristiano. Es el reclamo de todo lo que se debe pensar, sentir y vivir en clave cristiana.
    En conformidad con esta orientación, el Padre nuestro se articula en cuatro partes:
    -  Una invocación introductoria.
    - Tres peticiones que miran a Dios desde la vida humana: santi­dad, Reino de Dios, voluntad divina.
   -  Una segunda serie de cuatro demandas ante las necesidades humanas: pan, perdón, victoria en la tentación, liberación del mal
    -  Un deseo. Amen.

Una catequesis modelo sobre el Padrenuestro

Venga a nosotros tu Reino

    1. Ambientación: Definir lo que es Reino de Dios. Buscar textos bíblicos...
       - Analizar sistema de gobierno en el mundo: el orden, la paz y la ley... Reinos, dictaduras, repúblicas.
       - Clarificar el concepto de orden divino: triunfo del bien, de la caridad, de la justicia...

  Ejercicio: buscar hechos y situaciones en que poder pedir a Dios su Reino: pobres, injusticias...
    Indicar en qué puede el bien triunfar sobre mal en nuestra vida cotidiana: trabajo, amistad, limosna...

    2. Mensaje de Jesús sobre la Reino de Dios
       Comentar tres textos de Jesús:
     -  Una parábola: "El Reino de los cielos es semejante a un "padre de familia..." (Mt. 20. 1-15)
     -  Un hecho sobre Jesús: Vinieron para proclamarle rey (Mc. 15.12)
    -  Una conversación con Pilatos. "Mi reino no es de este mundo" (Jn. 18.36)

  Ejercicio: Explicar por grupos una Parábola del Reino de Dios.
    - Mat. 13. 1-25...Diversas parábolas del Reino. Lc, Mc. Mt... Buscar, elegir, seleccionar  (Con mayores, entrar en el concepto de "Reino de Yaweh" en los profetas. Isaías, Jere­mías...
     -   O en las Epístolas: Pablo y otros libros (163 veces se halbla de "reino"; 115, de "rey")
    Asociar a términos como: paz, verdad, justicia, ley, amor, salvación...
 
   3. Aplicaciones: Preparar un programa sobre el Reino de Dios hoy, tal como Jesús lo entendía en el mundo.
   Redactar una plegaria desahogada pidiendo el Reino. Terminar con "Venga a nosotros tu Reino."

  Mandarla a alguien que está muy lejos del Reino de Dios: drogadictos, terroristas...

   

 

   3. Exégesis

   Desde esta estructura o configuración del Padrenuestro, hay que hacer la exégesis del texto bíblico, tarea que es importante en la catequesis. Para rezar con las palabras evangélicas de Jesús, hay que entender su significado, el texto y el contexto, pues es el modo de acer­carse con inteligencia y con conciencia a lo que ellas encierran.

   3.1. La Introducción

   Tres referencias, invocaciones o reclamos, sitúan al orante: a quién se dirige, qué vínculo tiene con uno mismo, dónde se halla

   3.1.1. Padre

   Jesús invita a invocar a Dios como “Padre”. Es expresión insistentemente indicada por Jesús, aludiendo a su Padre del cielo. Pero sólo al ofrecer la fórmula del Padre nuestro (vuestro y mío) alude a esa primera persona plural. Se ha queri­do en ocasiones discutir el alcance de esa pluralidad inclusiva.
   Pero es claro que en el contexto del texto evangélico, no es bueno atarse a las interpretaciones doctrinales posteriores, sino que es preferible ver en los textos, los modos sencillos de comunicar por escrito y conservar lo que los primeros cristianos supieron que había dicho y hecho Jesús.
   Este reclamo paternal implica, si supe­ramos toda complejidad artificial insinuada más por parte por los teólogos, que hay una referencia a los sentimientos de confianza, de seguridad de ser escuchado, de cercanía, de familiaridad. Tal mensaje se halla en la palabra "padre".
  En ocasiones, se alude en el nuevo testamento a la expresión infantil de "padrecito", padre bueno, papa ("Abbá");  pero no es el caso del texto del Padre nuestro en Lucas y Mateo.
  El comenzar la oración con este grito de confianza y amor, significa seguridad y espontánea certeza de ser escuchado, más que de ser atendido.

   3.1.2. Nuestro.

  El término nuestro, aparece en Mateo, no en Lucas. Pero es conveniente no sacar de ellos excesivas consecuencias o rizar demasiado las reflexiones al respecto. El que se diga en Luchas Padre, signi­fica llama a Dios cercano. Y el que se diga en Mateo "Padre nuestro" indica clara referencia personal.
     Pero un adjetivo o un pronombre más o menos no añaden ni quita mensaje en el contexto de la plegaria dominical. Queda claro que es una referencia a Dios, que escucha y acompaña a los hombres. Es una declaración de fe en el poder divino, en la Providencia celeste, en la seguridad de no hallarse en la soledad del universo sin alguien que acoja las plegarias y atienda las necesidades.
   La pluralidad del término nosotros sí puede resaltar el carácter comunitario de esa plegaria en la mente de Jesús que la formula. No es un desahogo personal, sino una declaración de corporatividad y una referencia a la comunidad en la que se ora y desde la que se ora.

    3.1.3. Signo de poder

    Se expresa con la grandeza divina, al reconocer que Dios Padre, es el mismo que “está en el cielo”  No es alusión a la lejanía que genera desconfianza sobre la posibilidad de escucha. Es alusión a la grandeza, ex­presión que aparece con frecuencia en los profetas antiguos y luego se hará muy presente en los escritores del Nuevo Testamento.
   Nada menos que 309 veces se habla en el Nuevo Testamento del cielo (ouranos) en sentido de residencia divina; y en otras 85 aparece como contraste a la tierra (cielo y tierra), en un sentido más físico y cosmológico. De ese abanico de referencias, el predominio numérico está en las referencias al lugar de "residencia" divina: "que estás en los cielos."
   A ese Padre que está en el cielo y todo lo puede, le dirigimos las peticiones "divinas y humanas que Jesús recoge como modélicas.



  

3.2. Peticiones "divinas"

   En las tres primeras peticiones, suplicamos a Dios que se realice su designio salvador en la vida de los hombres, pero desde el punto de vista de su grandeza trascendente.
   Dicho de otro modo, le reconocemos su grandeza divina e invocamos su paternidad para que los hombres seamos mirados por El como hijos.
   En Mateo son tres y en Lucas dos. Pero reflejan una actitud latréutica común, no antro­pocén­trica.

    3.2.1. Santificación

    “Santificado sea tu nombre”

    En la cultura israelita, en la Biblia, el nombre manifiesta y expresa la identidad de una persona o de un pueblo. El nombre de Dios es el equivalente a su dignidad divina. Se le pide que su divinidad sea reconocida. Es un deseo de glorificación y una forma de adoración.
    Pedimos que sea santificado su nombre en todo el mundo; que sea alabado, adorado, reconocido como Ser Supremo y como Padre amoroso. Si el mundo entero reconoce su grandeza sublime, nos damos por satisfechos. Es nuestro primer deseo, nuestra primera petición a El mismo.
    El término “santo” indica lo que es propio, típico de Dios: la perfección, la sublimidad, la divinidad. Indirectamente pedimos en realidad que nos haga participar de lo que él es: justo, bueno, misericordioso y que su santidad se realice y difunda en toda la gran familia cristiana.
   Es como repetir el sentimiento expresado por el autor de la Carta de Pedro: “Así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: "Seréis santos, porque yo soy santo”.  (1 Pedr. 1. 15-16).
  Y pedimos eso por que es nuestro Padre, y un Padre  “que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos”.  (Mt. 5.45)

   3.2.2. El Reino

  “Venga a nosotros tu Reino”

  Pedir el Reino de Dios es recordar el mensaje común de todo los Profetas antiguos: es pedir que el bien triunfe sobre el mal. Que en el mundo reine la justicia y la verdad. Que los hombres entremos en juego en ese triunfo del bien y en la destrucción del mal.
  Esto supone que reconocemos la su­premacía de Dios y que queremos que el mismo Dios nos dé la gracia de parti­ci­par en sus designios.
  La Historia del Pueblo de Dios fue un camino de anuncio. Con Cristo se llegó a un estado de cumplimiento. Al pedir que venga, no sólo al mundo, sino a nosotros mismo, que solicitamos la ayu­da divina, renovamos la idea de los Profetas cuando esperaban el Mesías Rey, al Hijo de David.
   No otra cosa demanda­mos al Padre Dios: que ese Jesús, Hijo de Dios que se ha revelado como salvador, sea el centro de nuestra vida.
   Eso significa que pedimos a Dios que nos ayude a creer en el Hijo, que nos mueva a cumplir sus designios, que nos empuje a proclamar ese Reino por todo el mundo.
   En el fondo de esta petición está el deseo de que Cristo esté cada vez más presente en todos los hombres. Esta petición llegará a su cumbre cuando el Reino de Cristo: "que no es de este mundo" y lleguará a la meta final. Esa meta nos la recuerda San Pablo: “Cuan­do hayan sido someti­das a él todas las cosas, entonces tam­bién el Hijo se someterá a Aquel que le ha sometido todas las cosas, para que Dios sea todo en todo”. (1 Cor. 15.8).

    3.2.3. Tu voluntad

 “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

    La voluntad de Dios es el ideal de Jesús al venir al mundo. Sus seguidores no pueden pedir nada mejor que el objeto de la venida de Jesús al mundo. El lo dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn. 4.34).
    Con esta peti­ción, expresamos la adhesión a la gran obra de Jesús. Y deseamos que se realice en la tierra y en el cielo. Es decir, anhelamos que sea real en sus formas tem­porales y en su dimensión escatológica o celeste. El tiempo es cosa de este mundo. La superación del tiempo es la realidad trascendente del más allá. Eso significa su vo­luntad en la tierra y en el cielo.
    Jesús quie­re que sus discí­pulos adoptemos su misma opción fun­damental y que dé sentido a toda nuestra vida. ”No sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.  (Mc. 14. 36)
    Hacer la voluntad de Dios comporta aceptación de todas las indicaciones que recibimos de El a través de su Palabra revelada, a través de su Verbo encarnado, a través de la Iglesia, su cuerpo Místico prolongado en el tiempo y en el mundo.
    La expresión "tierra y cielo", tiene un sentido singularmente profético. Son 85 las veces aparece en los textos del Nuevo Testamento (21 en los sinópticos, 27 en los textos joánicos y 22 en los pauli­nos. Además hay otras 15 en el resto de documentos. Es una expresión de totalidad y plenitud. El símbolo "en la tierra" quiere decir en el mundo de acá. El símbolo "en el cielo" quiere decir en el mundo de allá.
    Esto equivale a pedir que la tierra, el mundo de los hombres, se transforme en el cielo, el mundo de Dios.

    3.3. Peticiones "humanas"

    Tras haber pedido al Padre aquello que es prioritario, lo que supone su reconocimiento de criaturas agradecidas que alaban y ensalzas a su Padre y Creador, se piden también las cosas de acá: los alimentos, la paz, la convivencia, el triunfo contra el mal.

    3.3.1. El pan

   “Danos hoy nuestro pan de cada día”

     Esta petición central del Padrenuestro, parece vulgar. Pero refleja la realidad de la vida y lo que hijo, desde pequeño y siempre espera, recibe y agradece del padre: el pan, el calor, el hogar.
     En el ambiente cultural bíblico, el pan es una realidad y un don, una necesidad y una esperanza, un gesto y un símbolo. Estos tres sentidos están presentes en la petición del padrenuestro.
     El Padre Dios, providente y amoroso, cuida el desarrollo concre­to del hom­bre. Al pedirle el alimento para la vida, le solicitamos lo que ello implica: trabajo, seguridad, familia, libertad. Se le ruega salud, hogar y paz. Se le demanda tranquilidad, alegría y todo lo que hace la vida agradable y digna.
     Pero también se le pide el pan del alma, el que reclama el hijo de Dios y que sólo puede venir del cielo: “el pan de Dios que es el que baja del cielo y da la vida al mundo”  (Jn. 6. 33). Este pan de vida es Jesús, que se nos da como alimento en la Eucaristía y se presenta en forma sacramental.
     Por eso se recita solemnemente el Padrenuestro antes de recibir la comu­nión en la Eucaristía. Y por eso en la piedad cristiana se denomina a la comunión "el pan de los ángeles" y en la tradición litúrgica se habla de la "fracción del pan" para mantener la fraternidad.
    El pan que pedimos a Dios posee un doble carácter entrañable: es el de cada día y es el compartido comunitariamente.
    El de cada día lo decimos en la plegaria con insistencia. Nos hacemos eco de los reclamos a la Providencia que abundan en el mensaje evangélico. No buscamos acumular el pan de los días veni­deros, sino el de cada jornada de nuestra existencia.
    Además es el pan de la comunidad, que reflejamos en el plural de la peti­ción. Decimos nuestro pan de cada día, no el mío ni el de cada uno, sino "el nuestro".

    3.3.2. Perdón

   “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”

     Para la verdadera vida, tan esencial como el pan, es la fraternidad. Ella implica la benevolencia, la compasión y la reconciliación. Sin ello no hay comunión, no hay verdadera fraternidad. La petición habla de "deudas" en Mateo y de "pecados" en Luchas. Es evidente la identidad del pensamiento. Ambos texto coinciden en que pedimos ser tratados por el Padre Dios como nosotros mismos tratamos a los hermanos que "nos han ofendido".
     Viene fácilmente a la memoria la pará­bola de Jesús sobre el deudor que no supo perdonar (Mt. 18. 23-35). Y la re­con­cilia­ción pasa necesariamente por el perdón de las ofensas, el perdón pedido y con­cedido.
     Esta petición alude al misterio central de nuestra fe: Dios “nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el minis­terio de la reconciliación”  (2 Cor. 5.18) Y concita recuerdos insistentes sobre las enseñanzas de Jesús: “Perdonad y seréis perdonados”  (Lc. 6.37) “A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará”. (Jn. 20. 22).

    3.3.3. Gracia y libertad
 
   “ No nos dejes caer en la tentación”.

    La oración pide al Padre que proteja a sus hijos de las tentaciones, termino que alude a las insinuaciones que llevan al mal. En las 68 veces en que aparece el término "tentación" en el Nuevo Testa­mento asume el sentido de "prueba".
    Hay tentación a Dios... "No tentarás al Señor tu Dios." (Mt. 4.7 y Deut. 6.16) y hay tentación a los hombres: "Velad, para que no caigáis en la tentación", (Lc. 22. 46). El mismo Jesús "fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo." (Mt. 4.1).
    En la petición hay un acto de humildad, al reconocer la propia fragilidad y el riesgo de sucumbir ante las asechanzas del mal. Y hay una llamada a Dios Padre, para recibir fortaleza ante ese riesgo frecuente, intenso, peligroso.
    Es interesante constatar que no se pide a Dios librarse de las tentaciones, sino de la derrota ante ellas. Subyace la idea de que no podemos librarnos de ser tentados, pues el mismo Jesús lo fue. Pero se proclama la confianza en Dios que puede ayudarnos en la lucha.
    Es importante educar a los hombres para esta realidad. La vida del hombre es "lucha sobre la tierra" (Job. 7.1) y por eso hay que pedir la ayuda con la certe­za de que será concedida.

    3.3.4. El mal

   “Líbranos del mal (maligno)”

    Si ante la tentación nos mostramos resignado al pedir fortaleza, ante el mal en general, o el maligno, si lo personalizamos, que todo depende de la traduc­ción que se prefiera, nos declaramos contundentes. "Líbranos del malo."
    El demonio es una realidad trascendente reconocida en la Escritura, a despecho de las teorías simbólicas de deter­minados teólogos o exégetas. El Padrenuestro no entra en distinciones sutiles. Simplemente pide a Dios padre la libertad ante el mal y ante los artífices del mal, sean terrenos o celestes.
    Esta última petición constituye, en el fondo, una llamada al reconocimiento de la situación dependiente del cristiano en todo lo que se refiere a la salvación. El cristiano se siente amado como hijo de Dios; pero no puede creer que ha alcanzado ya la seguridad de la salvación. Debe protegerse y pedir a Dios la fuerza para la victoria.
  
    3.4. El amen final

    La terminación del Padre nuestro "amén" aparece en el texto evangélico de Mateo y no en el de Lucas. Queda como una línea suspensiva que los cristianos de todos los tiempos han llenado de alguna forma.
    Es expresión hebrea arcaica "Amén", que significa afirmación del deseo de que "así sea", (Jer. 11.5) o que "Así es" (Jer. 28.6). Pasó al griego, al latín y las len­guas romances.
   Reaparece en expresio­nes del Nuevo Testamento 135 veces como palabra de asentimiento. En los Sinópticos aparece atribuido a Jesús 50 veces y en Juan 25. Algunas de ellas, incluso repetido, como señal de afirmación fuerte. Pablo los usa con frecuencia: 1. Cor. 14. 16; Rom. 1. 25; 1 Tim. 1. 17; y en el Apocalipsis se repite en 7 ocasiones: Ap. 5. 14.
    Al terminar el Padrenuestro, el amén resalta la fuerza del deseo, la conciencia de la demanda, la confianza en la palabra divina de que se concederá lo que se pide. Por eso se cierra el Padrenuestro con esta afirmación.
    Es interesante ver cómo en diversas tradiciones se han multiplicado otras expresiones conclusivas añadidas.
    Ya la Didajé, el primer catecismo cristiano, terminaba el texto añadiendo "Tuyo es el poder y la gloria por siempre." (8.2) En el Oriente fue frecuente terminar con la expresión: "Gloria al padre al Hijo y al Espíritu Santo".
    Es como si quedara la impresión de que, expuestas ante el Padre las peticiones, llega el momento de actuar como creyentes, ya que "No el que dice Señor, Señor, entra en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Pa­dre." (Mt. 7. 21)
    S. Cirilo de Alejandría decía: "Terminamos la oración gritando amén, pues deseamos que así sea, que se cumpla lo que contiene la oración que el mismo Dios nos enseñó." (Cat. mist. 5. 18)

 

 
 

 

   4. En las diversas edades.

    Siendo el "padrenuestro" la plegaria central de los cristianos y su valor pri­mor­dia,l por haber sido la recitada por el mismo Señor en un plan pedagógico, se convierte en elemento central de toda  Catequesis en todos los tiempos y a todas las edades.

   4.1. Niños

    Los niños han aprendido a recitarla con ternura desde los primeros años de la vida. No ha habido cate­quesis ade­cuada sin aprender a entender, expli­car, recitar, dar vida a las peticiones del pa­drenuestro.
    Conviene convertirlo en la primera plegaria un tanto formal que se aprende en la educación de la fe cristiana, por encima de cualquier formula ingenua de la primera infancia.
  Se puede afirmar que desde los seis años el niño puede dar cuenta de lo que es pedir el pan, librarse del mal, perdo­nar, lo que es estar en el cielo. Poco a poco se va adquiriendo una comprensión del santificar, del Reino de Dios, etc.
    Pero lo que importa no es tanto la com­prensión actual, sino el aprendizaje infantil de expresiones que va a mante­ner toda la vida y que van a convertirse en referencias para todas las edades.
    Es el momento del "ropaje luminoso" del padre­nuestro, de la comprensión de las primeras palabras básicas que laten en él, que van desde la mirada a Dios como Padre del cielo, hasta el deseo de vencer al mal y a los peligros de caer en peligros.
    Quienes niegan a los niños el apren­dizaje de las fórmulas definitivas corren el riesgo de sustituirlas por expresiones vacías de contenidos y de cargas afecti­vas provisionales de las que la perso­na se retrae al llegar a edades posterio­res. Es decir, evita una catequesis sólida por prejuicios psicoló­gicos y la sustituye por una evasión fantasiosa y verbalista.

   4.2. Adolescentes

   Con todo sí hay que reconocer que es la etapa en que comienza la abstracción firme y la generalización, cuando el men­saje vivo del padre nuestro puede llegar al fondo de la persona creyente.
   La etapa de los 12 14 años, la de las operaciones formales o abstractas (Pia­get) abre las puertas al corazón del pa­drenuestro.
   Se identifica fácilmente a esa edad lo que es el Reino de Dios como expresión del bien sobre el mal, se entiende el concepto suprasensible de cielo, de pan, de voluntad divina, de perdón de los pecados y de triunfo sobre la tentación.
   Es un primer momento de profundiza­ción catequética, que habrá de comple­mentarse a lo largo de la vida. Pero es un tiempo, y es lo más importante, en el que el mucha­cho puede dirigirse perso­nal e íntima­mente a Dios y mirarle cara a cara como Padre.
   Se le enseña a descifrar el mensa­je humano que hay en cada petición y la vinculación íntima que tiene con cada persona que ama a Dios. Puesto que le llama Padre, se hace una buena cate­quesis de cara a las etapas definitivas de la vida, las adultas.
   Lo importante es superar el formalis­mo y el ritualismo en la presentación y recita­ción de cada petición del padre­nuestro. Es importante de cuando en cuando explicar lo que se pide con las expresio­nes que se recitan. Un cristiano que no ha recibido una clara interpreta­ción del padre nuestro carece de algo definitivo en su formación religiosa.
   Quienes ven en el padrenuestro una mera recitación de palabra tradicionales o no han leído el texto evangélico con amor o carecen de una sensibilidad religiosa suficiente como creyentes.
 
   4.3 Adultos

   De esa forma, si hay una formación adecuada, cuando se llega a la madu­rez, el Padrenuestro se convierte en la ora­ción habi­tual y definitiva del cristiano.
   Se integra en la vida. Cuando se reci­ta, se hace con conocimiento de causa. Se descubre su dimensión compromete­dora: de perdón al prójimo, de compro­miso con el reino de dios, de necesidad de lucha contra la tentación, de confian­za en la ayuda divina.

 

  

 

   

  5. Consignas de catequesis

  El padrenuestro es un centro eminente, consistente y preferente de la cateque­sis cristiana. Es curioso cómo en todos los catecismos desde la edad moderna se han recogido las "principales oraciones del cristiano" y siempre se han iniciado con el padrenuestro, como no podía ser de otra forma a la luz de la referencia evangélica.
   Por eso el catequista es inseparable en la forma de su catequesis y en el fondo de su confianza en Cristo, de la comprensión, presentación y profundización de la oración dominical.
   Debe recordar siempre algunas consignas teóricas y otras más prácticas.
 
  5.1. En el orden teórico

   El padrenuestro está en el corazón del mensaje cristiano, al menos analizado desde la perspectiva vital y comprometedora del Evangelio. Es la síntesis del mensaje salvador de Jesús: Dios visto como Padre, santi­dad del nombre divino, Reino de Dios como proyecto, voluntad divina como objetivo, perdón, salvación, liberación, comunidad eclesial, etc.
     - Hay que explicar las ideas y los términos de esta plegaria con precisión teológica y no sólo con fidelidad semántica.
     - Se deben recoger compromisos salvíficos que laten en las demandas del texto y asociarlos a la explicación del misterio trascendente de la salvación lograda por Cristo Señor, que es el que propone el modo de rezar que esta formula representa.
     - Es bueno entender cómo ha sido visto, entendido, alabado, cultivado e interpretados a lo largo de la Historia y de la praxis eclesial de todos los tiempos y de todos los lugares.

  

   5.2. La dimensión práctica:

Es una plegaria para rezar con ella, no para convertirla en programa o plan de explicaciones.
  Como tal hay que mirarla, entenderla y convertirla en centro de frecuentes co­mentarios y experiencias religiosas.
     - Es plegaria de referencia evangélica, no de dialéctica teológica. Debe asociar­se a Jesús enseñando a la gente sencilla, no a los teólogos ahon­dando términos y clarificando conceptos sutiles.
     - Se destina a las gentes sencillas, no a los sabios de la tierra. Por eso al padrenuestro se llega con humildad, con limpieza de corazón, no con preparación teológica sofisticada o erudición humana.
     - Se adapta a todos los niveles espi­ri­tuales de las personas que lo recitan, incluidos los niños más pequeños. Por eso vale para todas las edades y para todas las situaciones culturales. Y es preciso adoptar ante la catequesis del padrenuestro una actitud positiva, opti­mista, agradecida y cautivadora.
   - La profundidad de la compresión y la intensidad de las mociones divinas, que se imprimen en el alma con esta plegaria, dependen de la riqueza espiritual desde la que se llega a sus palabras. Por eso es la plegaria de toda la Iglesia, no la de algunos sectores de ella o la de algunas circunstancias.
    - Es la plegaria de cada día. Jesús la proclamó como modo ordinario de dirigir­se a Dios, en contraposición con la palabrería, la arrogancia o el distanciamiento de los fariseos. Por lo tanto, hay que llegar a la explicación de la fórmula, desde la vida de oración frecuente. Y no hay que esperar a rezar con ella para po­der comprenderla del todo.

    5.3. Texto ecuménico

    En lenguas como la española, hablada en decenas de naciones en el mundo y por casi 400 millones de personas de mayoría católica, las versiones o traducciones del texto original griego han sido diversas.
    Conviene en catequesis asumir la versión que se ha hecho internacional el 27 de Noviembre de 1989, por acuerdo de las Conferencias episco­pales de los 22 países de lengua castellana.
    El texto exacto es el siguiente:
       - Padre nuestro, que estas en el cielo,
       - santificado sea tu nombre;
       - venga a nosotros tu reino;
       - hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
       - danos hoy nuestro pan de cada día;
       - perdónanos las ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
       - no nos dejes caer en la tentación  y líbranos del mal.
       Amen.

 
 

  

   Rasgos y datos

  Texto de Mateo  6. 9-13

Texto de Lucas  11.2-4

      Ambito

En el Sermón del Monte
Abierto, a todos los oyentes

  En el grupo de los Discípulos
  Ante el ejemplo de Jesús orando

 

      Motivo

  Una catequesis de Jesús, amplia
  Cómo se debe orar: "Orad así"
  En contraste con los fariseos

  A petición de un discípulo:    "enséñanos, como Juan enseñó"
  Con referencia a Juan y los suyos.

 

  Peticiones
      y exprexiones
         empleadas.

 

  Signos y términos
       evangélicos.

Drmtifoo de las
       peticiones.

  7 demandas
    - Padre nuestro
    - que estás en los cielos
  1. Santificado sea tu nombre.
  2. Venga tu reino.
  3. Hágase tu voluntad
 en la tierra y en el cielo.
  4. Nuestro pan cotidiano  dánoslo hoy.
  5. Perdona nuestras deudas  como perdonamos  a nuestros deudores.
  6. No nos lleves a la tentación.
  7  Sino líbranos del malo.  Amén

  5 demandas
     - Padre
1. Sea santificado tu nombre.

2. Que venga tu Reino.

 3. Nuestro pan de cada día   dánoslo hoy.

4. Perdona nuestro pecados  como nosotros perdonamos   a nuestros deudores.

  5. No nos lleves a la tentación.

    Datos
     y observaciones

  texto más desarrollado:
    - Padre nuestro
    - deudas/deudores
    - Induzcas (tentación)

 Texto más breve:
     - Padre, sin más
     - pecados/deudores
     - tentación: ocasión