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Relación de familiaridad que se estable por lazos consanguíneos, por vínculos matrimoniales o por especial afinidad.
Era un valor especialmente significativo entre los orientales, como lo sigue siendo entre los árabes. En las culturas occidentales el parentesco que no es el consanguíneo queda amortiguado e infravalorado en las costumbres y relaciones.
Los parientes no son prójimos (próximos) como los demás. En la Biblia se les declara vinculados por lazos incluso religiosos: los padres, los hermanos, la esposa del hermano. En las culturas antiguas orientales con frecuencia se incluía a todos con el nombre de hermanos (adelfos) con un sentido más extensivo e intensivo que en las culturas occidentales actuales.
De aquí las obligaciones, incluso religiosas, que esas vinculaciones suscitaban. Esa actitud pasó claramente al pensamiento cristiano, en cuanto el parentesco establece una vinculación interpersonal peculiar de naturaleza ética.
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