Parto
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      Realización del alumbramiento de un ser nuevo gestado en el útero durante el tiempo propio de cada especie animal, el cual se produce al término de la gestación del nuevo ser.
   El parto humano, después de una media de 273 días de gestación, estuvo adornado en muchos ambientes antiguos de connotaciones reli­giosas. Pero en sí mismo no tiene nada de religioso, sino que es culminación de un proceso natural que termina cuando un ser humano pasa del estadio fetal al de neonato. En todas las civilizaciones es saludado como un don del cielo y se convierte en motivo de agradecimiento a Dios.
   Pero es importante recordar que, en el pensamiento cristiano (doctrina sobre el hombre, moral de la vida, respeto al derecho natural), el ser humano lo es por igual días y horas antes del parto que días y horas después. La aberración que comenten algunas legislaciones de consi­derar el tiempo anterior al parto como ajeno al derecho del "nasciturus", derecho que sí reconocen en el neonato, no deja de ser una falacia intolerable. El aborto no deja de ser un infanticidio, al margen de lo que digan las legislaciones humanas y las falacias de quienes las apoyan.
   Ante la abundancia y naturalidad de los abortos legales, y sobre todo ante la facilidad con la que se justifican los infanticidios prenatales en muchos ambientes y en determinados medios de comunicación, es obligado para los educadores cristianos el clarificar los criterios de los creyentes, de los padres, de los jóvenes, incluso en las etapas adolescentes en que ya se preocupan por el tema las personas. Hay que enseñar que el parto no es el origen de la vida humana, sino un momento cronológicamente mínimo, aunque biológicamente importante, en la historia del nuevo ser. Exige amor sincero más que respeto, actitud de acogida más que de resignada tolerancia.
   A veces esta educación cristiana no es comprendida por los materialistas y los naturalistas. Pero el mensaje cristiano sobre la vida no depende de la acogida mayoritaria que tenga, sino de las enseñanzas del Autor de la vida, que es quien ha dado la dignidad supre­ma al hombre y quien condena la violación de esa dignidad.