Paz
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        Ausencia de guerra. Resultado de la justicia. Convivencia solidaria. Armonía entre personas.
   Término eminentemente bíblico que se repite con frecuencia en el Antiguo Tes­tamento y fluye con abun­dancia en el Nuevo. Son 102 las veces que se cita la palabra "airene", paz, en el los 27 libros del Nuevo Testamento. De ellas 27 están en los cuatro textos evangélicos; y de ese número, unas 20 se ponen en los labios de Jesús.
    El mismo Maestro divino la emplea como saludo: Lc. 24.36; Jn. 20. 21 y 26. Y la recomienda a sus discípulos en sus misiones apostólicas: Lc. 10. 5. Incluso la hace objeto de una de sus Bienaventuranzas: Mt. 5.9. Y lo es como consejo: Jn. 14. 27; Mc. 9.50;  Jn. 20.19.
   La paz fue siempre en la Historia de la Iglesia el deseo y el ideal de vida para sus seguidores: la paz vital, en las relaciones de convivencia; y la paz espiritual, ante las dificultades de la vida.
    Es importante educar en la paz y en la mayor parte de los sistemas educati­vos modernos se la mira como uno de los valores básicos de una educación equilibrada. A la paz se llega por la tole­rancia, el respeto, la comprensión y sobre todo por el amor al prójimo.
    Sin embargo la paz se siente amenazada por la violencia y la guerra, por el terrorismo y la injusticia, por los afanes de dominio. Por eso el ideal cristiano se halla contra todo lo que destruye la paz como la peor ofensa que se puede hacer a los hombres. 
    El educador debe ser consciente de que el valor de la paz es uno de los que más radicalmente necesita el corazón humano, la sociedad y también la Iglesia. Debe educar no sólo en clave humana, sino resaltando el mensaje evangélico del pacifismo.   (Ver Mundo. 7.1)