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Es el hombre que ofende a Dios por haber hecho (comisión) u omitido (omisión) una acción, o asumido una actitud, que le aleja de su voluntad suprema, en materia grave, con plena advertencia y con total consentimiento. El pecado es esa acción u omisión, ese acto o actitud. El pecador es el protagonista y por lo tanto se aleja de la amistad, de la gracia, de Dios.
Si alguna de las tres condicionas no se da, el pecado no existe del todo, no es mortal. Entonces se le llama venial o leve. El pecador es entonces, por ignorancia o por debilidad, imperfecto, pero no enemigo de Dios.
La Escritura Sagrada habla con frecuencia del pecado y del pecador como concepto opuesto a justo y a justicia. Entiende por pecado lo que ofende y aleja de Dios, que es la justicia por excelencia. Por pecador es sinónimo de injusto, irreligioso, malvado, alejado de Dios.
En el Nuevo Testamento 270 veces se emplea el sustantivo "hamartia" (pecado) o "amartolos" (pecador) o el verbo "amartono". Es la expresión con la que se define la idea de pecado, el alejarse de Dios, ser infiel e injusto. Con todo, también el Nuevo Testamento asimila a veces el concepto de pecador con el de publicano (el hombre público vendido a los extranjeros) y se emplea como sinónimo de opresor. (Mt. 10.2 y 11.19; Mc. 15.2; Lc. 19.7) Así se entiende que Jesús mismo exprese dolor por "ser entregado a los pecadores que le van a escarnecer": Mt. 26.45; Mc.14.14. Lc. 30.2. No se trata de los pecadores por los que va a morir, a los cuales ama, sino los extranjeros y paganos que le van a matar. (Ver Pertenencia a la Iglesia 3.1)
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