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Vicio sexual que trata de conseguir satisfacciones sexuales de diverso tipo y grado con menores. Si las víctimas son allegados consanguíneos, además se denomina estupro.
Los Códigos civiles de todos los países lo condenan con penas superiores a la simple violación, abuso o sodomía, ya que, además de delito sexual, constituye lesión moral a persona indefensa.
Eticamente la pederastia es pecado execrable por cuanto implica escándalo y corrupción de menores. Psicológicamente roza los umbrales patológicos por no ser natural que la tendencia desordenada sexual sea tal que supere el natural sentimientos de compasión para con el menor indefenso.
Por eso se suele considerar la pederastia como sinónimo de trastorno sexual grave, sea personal o resulte tan frecuente en una colectividad que pueda ser mirado como "relativamente social". En lo personal acontece en quien no ha tenido evolución sexual sana, por ejemplo por haber sufrido abusos sexuales en su propia infancia, causa del desajuste que se advierte en la mayor parte de los pederastas.
Suele darse también en personas retraídas que creen hallar en la indefensión del menor un escudo para sus satisfacciones inconfesables ante adultos. Es evidente que el pederasta potencial tiene serios inconvenientes radicales para el ejercicio educador, como el cleptómano encuentra peligroso el oficio de contable o cobrador comercial, sin que ello quiera decir que siempre su potencial sexual desajustado pase a actual de forma fatalista.
Pero aparece también por desgracia, o puede aparecer, en las sociedades sexualizadas, exacerbadas eróticamente o hedónicamente enfermas, como acontece en muchos ambientes desarrollados actuales en los que la abundante producción audiovisual de signo sexogenital, motivada por intereses económicos, desajustan con facilidad a un número elevado de individuos.
Al no satisfacer, algunos o muchos, las apetencias naturales por cauces heterosexuales gratificantes, buscan fantasiosamente las aberraciones naturales, como son la homosexualidad de diverso tipo, el sadismo y el masoquismo y, por supuesto, la pederastia. Sólo así se explica el llamado turismo sexual a lugares con legislaciones o tradiciones permisivas, el proxenetismo con menores, la pornografía dirigida a niños, etc. El hecho es frecuente hoy; y por ello los educadores y catequistas deben mantenerse con prudente vigilancia ante posibles riesgos y circunstancias adversas. Deben educar a sus catequizandos en actitud discretamente informativa y defensiva, sin perturbar sus fantasías o su afectividad. Deben incluir la prevención antipederástica en sus esquemas formativos siempre graduados y adaptados a las edades.
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