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Actitud o acción de adaptar al propio yo cualquiera de las actividades o responsabilidades en que nos vemos envueltos, de modo que se procede como persona libre y no como autómata. Lo contrario de personalización es el automatismo irreflexivo, la disciplina borreguil y la actividad pragmática.
En educación el estilo personalista es decisivo a todas las edades, pues sólo en libertad se forma la persona inteligente. Despersonalizar y automatizar los aprendizajes puede producir buenas habilidades y amplias dosis de erudición, pero no educación.
Pero desde mediados del siglo XX los movimientos personalizadores en educación han sido muy fuertes y variados, coincidiendo todos en que la personalidad es, o debe ser, el centro de toda educación. La Pedagogía personalizada o personalista, se identificó con una metodología de flexible disposición del alumno para ser protagonista y no consumidor de sus propias actuaciones. Esa línea se despertó desde mediados del siglo XX con actitudes personalizadoras en todos los campos didácticos.
También para los terrenos o aspectos religiosos la personalización se miró como el más oportuno de los procedimientos. Si las actitudes religiosas y el cultivo de los valores no se mueven con criterios y actitudes personalizadores, difícil será el vivir la fe. Lo más que se conseguirá será la docilidad, la credulidad y la pasiva e ingenua aceptación de la vida cristiana por rutina. Y eso poco dura cuando el tiempo pasa y la persona se desarrolla.
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