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Contienda, disputa, litigio, controversias o altercado que se da entre dos personas físicas o morales por el predominio en un derecho de propiedad, de autoridad o de representación.
Los pleitos son habituales en la naturaleza humana, debido a las concupiscencias humanas, en relación al tener, al poder o al ser. Pero, al igual que otros terrenos, deben ser sometidas al juicio recto de la razón en lo natural y al criterio de la caridad fraterna en lo sobrenatural o espiritual.
En lo natural hay que formar al hombre para que el pleito se someta con paz a la justicia. Se puede y a veces se debe pleitear por lo que a uno le corresponde y otro injustamente pretende usar o absorber. No es sólo una posibilidad ética, sino a veces un deber. Un padre debe defender lo que es suyo en beneficio propio y de su familia.
Pero es bueno caer en la cuenta del espíritu pacifico del Evangelio y el consejo de Jesús: "Al que pleitea para quitarte la túnica, alárgale la capa y al que te obliga a caminar 100 paso acompáñale otros 100 más" (Mt. 5.40). Ese es el espíritu evangélico, bien entendido, claro es, como signo de fortaleza y no como expresión de pusilanimidad.
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