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Fenómeno natural en el que la luna se muestra en su plenitud luminosa por hallarse totalmente en la cara opuesta y reflejar plenamente su luz hacia la tierra. Era un hecho que admiraba a los antiguos orientales y daba motivo para que se considerara como referencia, sobre todo en los calendarios mesopotámicos que eran lunares.
En la Biblia, como es natural, se alude a veces a este fenómeno (Prov. 7.20; Salm. 81.4) que originaba celebraciones o fiestas como tal vez acontecía en la Pascua que, en determinados momentos o una parte de los intérpretes de la ley, asociaban al plenilunio que seguía al equinocio de primavera, para unos en el sábado siguiente y para otros en el mismo plenilunio.
En recta razón, y aunque en los tiempos presentes se renuevan a veces supersticiones astrales, ni la luna llena ni la luna vacía significan otra cosa que fenómenos naturales con sus consecuencias (mareas, vientos, afecciones climáticas, etc.).
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