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Aquello que se recibe como recompensa a una acción o a un mérito. Puede ser material o espiritual, justo o injusto, buscado o inesperado, premio familia, escolar o de otro tipo. El hombre, por su naturaleza sensorial y afectiva, precisa de una u otra forma premios que refuercen sus acciones positivas. También le vienen bien los castigos que inhiben sus acciones y sus tendencias negativas.
De manera especial los espíritus sencillos, como son los niños y las personas de cortos alcances, están más propensos a regirse por los premios y los castigos, que los de elevada cultura, los de personalidad recia o los que poseen temperamento independiente.
El premio es bueno en todos los ambientes educativos: familia, escuela, grupos, catequesis. Pero se debe evitar habituar a los niños a los premios solamente materiales o a que sólo actúen por las recompensas inmediatas. A medida que van creciendo, se les debe impulsar a la acción por el mismo deber y no por los resultados visibles.
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