Prostitución
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    Comercio sexual, en el que las actividades venéreas se calculan económicamente y se negocia con ellas en virtud de variables diversas: propio cuerpo, lugar, protección, reclamo a clientes, etc.
   Si la sexualidad es una de las riquezas más nobles y sublimes del ser humano y es el emblema de la dignidad de la persona y la llave de la fecundidad que asegura la continuidad de la espe­cie humana, se comprende fácilmente la aberración natural incalculable que supone tasar los estímulos sexuales, tanto para quien los busca, para quien los ofrece y para los proxenetas que estructuran un mercado indigno y explotador de la persona prostituida, la cual se convierte en un objeto de explotación, las más de las veces bajo coacción, dolo y criminal opresión.
   La prostitución, más que desajuste sexual, es aberración estructural del ser humano. Quien la busca como satisfac­ción hedónica se descarría en valoraciones y obra como bruto irracional en busca de descargas fisiológicas. Quien somete su cuerpo a la materialidad de la actividad genital por dinero se degrada y se convierte en mercancía. Y quien organiza el trasiego sexual es explotador de débiles, incluso con consentimiento de los explotados.
   Por aberrante que resulte, es un desorden perpetuo en el tiempo y es abundante en la difusión. Al igual que otros trastornos sexuales perturbadores de la sociedad (erotismo, pornografía, pederastia, homosexualidad), debe ser objeto de una atención oportuna, graduada, recta y clarividente por parte de los educadores.
    Cuando la persona llega a la adolescencia, sobre todo en ambientes corrompidos y erotizados, debe ser objeto de instrucción y de clarificación ética: ni se debe ocultar como hecho vergonzoso, ni se debe trivializar con lenguajes lúdicos tratándose de explotación de pobres mujeres degradadas (y también de varones deteriorados, aunque sea menos frecuente), ni se debe magnificar como si no hubiera otras aberraciones similares (esclavitud, comercio de armas, guerras  artificiales, genocidios, etc.)
     La educación en este terreno debe ser orientada por la vía de los valores de la persona, no por el aspecto de desorden sexual. Es la hiriente degeneración de la pobre prostituta lo que clama venganza del cielo, como cuando se trafica con esclavos o se extirpan órganos a niños o indigentes para ricos. Es la dignidad más que la genitalidad lo hace degenerante la prostitución.