SACRAMENTALES
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    La Iglesia llama sacramentales en su legislación canónica a los "signos sagrados por los que, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y obtienen, por mediación de la Iglesia, efectos principalmente espirituales" (C.D.C. c. 1166).
    Y el concilio Vaticano II precisó que esos signos o gestos sacramentales "establecidos por la Iglesia, deben servir para que los hombres se dispongan a recibir los efectos de los sacramentos y santifiquen las diversas circunstancias de la vida". (Sacr. conc. 62)
   El nombre se debe a Pedro Lombardo, que fue el primero en adoptar la denomi­nación. (Sent. IV 6. 7)


  1. Valor de los sacramentales

    La sacramentalidad es una cualidad de la religión cristiana querida por el mismo Jesús. Por ella se establecen ciertos vínculos misteriosos entre elementos sensibles, como son los gestos, las acciones, las posturas, los objetos y otras realidades sensibles, con los dones espirituales como es la gracia divina o el perdón de los pecados.
   Desde los primeros tiempos cristianos, la comunidad de Jesús asumió esa realidad cristiana. Hechos tan humanos y universales como la plegaria o la limosna, las bendiciones o las conmemoraciones, las imágenes y los templos, los exorcismos o las homilías, fueron mirados como instrumentos para acercarse a Dios. Se usaron con frecuencia y se respetaron.
   Se imitaron con ellos los frecuentes gestos de los israelitas en el Antiguo Testamento y se valoraron, aunque con discernimiento cristiano. Es decir, no se repitieron simplemente (circuncisión, ayunos, alimentos impuros...), sino que se cristianizaron unos (la pascua, las bendiciones y los cánticos) y se inventaron nuevos modos de expresión religiosa (domingo, templos, nuevas fiestas) con los cuales se descubrieron los nuevos valores cristianos.
   Como queridos por Dios a través de la Iglesia, pusieron su centro de atención en la gracia de Cristo. Se diferenciaron plenamente de los ritos y de los gestos paganos que abundaban en los entornos en donde surgió la Iglesia cristiana (misterios órficos, culto a Baco o a Mitra, fiestas de Venus, etc.). Con ellos, los cristianos perfilaron sus propias señas de identidad religiosa.
   Siempre recordaron las condenas de Jesús a las prácticas farisaicas (Mt. 23) y el reclamo cristiano de la adoración a Dios en todo lugar en espíritu y en verdad, y no sólo en el templo de Jerusalén (Jn. 4. 21-26).
   Con el paso del tiempo, se diferenciaron aquellos más importantes que fueron explícitamente queridos y realizados por Jesús, a los que se llamo misterios o sacramentos (Bautismo, Eucaristía, imposición de manos a los enviados, unción de enfermos, celebraciones matrimoniales) Y la misma comunidad, con su vida solidaria y fraterna, fue estableciendo otros en forma de usos, gestos, objetos, signos, recuerdos, expresiones que, menos importantes, sirvieron para cohesionar a los creyentes y ayudarles a avanzar por el camino de la buena noticia que el cristianismo anunciaba. A estos más tarde, en la Edad Media, se les llamaría "sacramentos menores", o sacramentales.

   2. Los signos judíos

   La Iglesia, que nació del judaísmo y siempre amó y respetó la Escritura Sagrada transmisora del Antiguo Testamento, y miró con respeto los signos sa­cramentales antiguos, pero no se some­tió a ellos. Un recuerdo de su existencia y de algunos de ellos sirve para entender mejor el sentido cristiano de los "sacramentales".
   Ha sido creencia normal entre los teólogos que ya en el Antiguo Testamento existieron signos sensibles que sirvieron para que el pueblo elegido se acercara al misterio del perdón del pecado en virtud de la fe que se cultivó en el Mesías redentor que habría de venir.
   En relación a este "presentimiento" hubo gestos y signos presacramentales que ayudaron al Pueblo elegido a vivir en conformidad con la voluntad divina.
   Entre estos signos, algunos tuvieron especial significación, como fue la circuncisión, establecida como signo de pertenencia al pueblo (Gn. 17. 10) y los diversos sacrificios cruentos de víctimas animales o incruentos de ofrendas especiales, que también fueron visibles desde Abraham, sobre todo en el preanuncio del sacrificio de Cristo con la ofrenda de sus hijo Isaac (Gn 22.1-19)
   Entre estos signos y gestos sensibles podemos recordar algunos, que prea­nunciaban los sacramentos e incluso los sacramentales o acciones piadosas que luego habría de establecer la Iglesia:
   - La celebración de la pascua con el cordero. (Ex. 12. 43-50).
   - Los ritos de la purificación del pecado. (Gn 15. 10-16).
   - Las ofrendas de víctimas en ocasiones señaladas. (Gn 8. 20.21).
   - Las comidas hospitalarias con los peregrinos y forasteros. (Gn. 18. 7-9).
   - Los juramentos y señales de alianza con Dios (Gn. 26. 30).
   - Los cantos y bendiciones, los salmos y alabanzas a Dios. (Ex. 15. 1-21)
   - Los dones de reparación o compensación al prójimo. (Ex. 25. 1)
   - Los objetos sagrados como el Arca de la Alianza. (Ex. 25. 10-21).
   - El respeto al sábado y al descanso sagrado. (Ex. 31. 12-18).
   - Las ofrendas a los sacerdotes y al culto. (Ex. 35. 4-19).
   - Las expiaciones sacrificiales en los días señalados. (Lev. 4. 4-12).
   - La pureza en los alimentos y en las comidas. (Lev. 7. 22-25 y 11. 1-44)
   - La purificación de las enfermedades, sobre todo malditas. (Lev. 14. 1-  57)
   - La pureza en el ejercicio sexual. (Lev. 15. 1-18 y 18. 1-30)
   - La celebración de las fiestas religiosas. (Lev. 23. 1-44)
   - Los años y tiempos santos y años sabáticos (Lev. 25. 1-55)
   - La ofrenda y rescate de los primogénitos. (Num. 3. 40-51)
   - Las ordalías y juicios divinos sobre sospechas y celos.  (Num. 5. 11-31)
   - Los votos y promesas. (Num. 6.1-26)
   - Las plegarias y las peticiones a Dios (Num. 14. 13-19)
    Los israelitas tuvieron multitud de signos y gestos de este tipo, antes del establecimiento del Templo en Jerusalén y después de ese gran acontecimiento, incluso cuando hubieron de resistir los riesgos de destrucción en tiempos de la Cautividad.

   

 

   3. Sacramentales cristianos

   Consciente de su herencia judía y de la necesidad de incardinarse en un mundo pluriforme como era el grecorromano, la Iglesia sintió también la necesidad de orientar, asumir y purificar las diversas prácticas religiosas que en su seno fueron naciendo.
   Por eso, después de la partida de Jesús, respondió también a la necesidad del pueblo fiel de mostrar con gestos sus sentimientos y sus creencias, de forma personal o en ocasiones de manera solidaria y comunitaria.
   Personas, lugares, plegarias, acciones, conmemoraciones, fiestas, votos y promesas, limosnas, todo ello adquirió el significado religioso que se fue imprimiendo de manera muy diversa. Unos los heredó del judaísmo y de las culturas de Oriente. Otros nacieron al contacto con Grecia, Roma, Egipto o Asia.

  Por formular una clasificación general, aunque incompleta, de los principales gestos y objetos sacramentales que en la Iglesia se usan o se han usado, podemos recoger la lista siguiente:

  3. 1. Personas

  Presbíteros y ancianos dirigentes.
  Sacerdotes y diáconos o diaconisas.
  Eremitas, ermitañas/os, santones.
  Viudas y vírgenes consagradas.
  Niños huérfanos y personas débiles.
  Pobres, enfermos, abandonados.

  3. 2. Plegarias y exhortaciones
 
  Himnos y acciones de gracias.
  Invocaciones y oraciones diversas.
  Bendiciones y consagraciones.
  Exorcismos contra los espíritus.
  Exequias, sufragios.
  Vigilas y preparaciones piadosas.

  3. 3. Palabras

  Catequesis y predicaciones.
  Homilías y sermones litúrgicos.
  Escritos y publicaciones.
  Debates y conversaciones religiosas.
  Saludos, despedidas y envíos.

   3.4. Acciones

   Peregrinaciones y procesiones.
   Penitencias y mortificaciones
   Ayunos y sacrificios.
   Limosnas y servicios de caridad.
   Danzas y celebraciones.
   Purificaciones y expiaciones.
   Posturas y disposiciones.

   3.5. Conmemoraciones

   Fiestas y celebraciones.
   Tiempos santos, Domingo, Pascua.
   Aniversarios y obituarios.
   Reuniones y encuentros piadosos

   3.6. Objetos

   Reliquias y restos consagrados.
   Símbolos, figuras y arte sacro.
   Medallas, escapularios, insignias.
   Hábitos y vestiduras santas.
   Agua bendita, pan, velas, inciensos.
   Imágenes y figuras religiosas.
   Adornos, cruces, medallas
   Documentos, escritos, actas.

   3.7. Lugares

   Santuarios, templos, oratorios.
   Cementerios, sepulcros de mártires
   Monasterios, ermitas, capillas.
   lugares santos, tierra santa.

4. Razones teológicas
    
   Podemos recordar diversos aspectos teológicos que sirvan para orientar la educación cristiana en lo que a sacramentales se refiere.

   4.1. Valor del sacramental

   En la Iglesia lo importante son los sacramentos, que han sido querido por Cristo, Los sacramentales, por excelentes que nos parezcan, son secundarios.
   Por medio de los sacramentos Dios nos da la gracia básica de la vida cristiana. Ellos son imprescindibles. Y por medio de los sacramentales, la Iglesia acerca la gracia de los sacramentos a las personas y acomoda la salvación a las circunstancias espirituales de cada persona, ambiente, cultura o situación
   Por eso, los sacramentales rondan los sacramentos: son las ceremonias empleadas en su administración, se manifiestan en las plegarias, bendiciones, reclamos o sugerencias que se hacen al creyente para que se sienta interpelado por la misericordia divina, se abre la misma vida personal de gracia a los demás con acciones, dones, beneficios, limosnas, servicios, etc, que ayudan a vivir mejor el mensaje cristiano
   De hecho, eso son los sacramentales o gestos de misericordia divina, a través de los cuales nos da sus gracias actuales: buenos sentimientos, piadosos recuerdos, oportunidades de practicar el amor al prójimo, etc.
   Los sacramentales no obran por sí mismos, sino en virtud de la disposición personal de quien los realiza o los recibe. Por eso conviene tener conciencia clara y recta en su acogida y selección.
   Los efectos particulares de los distintos sacramentales dependen del fin peculiar de cada uno de ellos.
 

 

 
 

 

  5. Los sacramentos son la base

   Hugo de S. Víctor llamaba a los sacramentales los "sacramentos menores" para distinguirlos de los sacramentos mayores o principales (De sacr. II. 9) y afirmaba que los sacramentales son una muestra de la abundancia de recursos que Dios puso en nuestro camino para llevarnos hacia la salvación. Unos directamente los inició él o se apoyaron en su ejemplo: vigilias y plegarias, salmos y predicaciones, ayunos y sacrificios, peregrinaciones a Jerusalén. Otros fueron brotando en la Iglesia con el tiempo: celebraciones, recuerdos, bendiciones.
   No es correcto confundir los sacramentales con los sacramentos, aunque ambos tenga por objeto el comunicar la gracia a los hombres.
   Los sacramentales no han sido por sí mismos instituidos por Cristo, sino por la Iglesia: por la comunidad cristiana o por la jerarquía. La potestad de la Iglesia para instituir sacramentales se funda en el ejemplo de Cristo y de los Apóstoles (1 Cor. 11. 34) y con ellos desarrolla su debe de administrar para los hombres los dones de Dios. (1. Cor. 4. 1)

  

 

   

6. Catequesis de sacramentales

   Ante la abundancia de signos susceptibles de ser santificadores, conviene tener criterios claros en catequesis. Pero esos criterios tienen que ser claros, evangélicos y objetivos. Si se apoyan en gustos pasajeros, se corre el riesgo de la subjetividad.
   Se pueden indicar tres criterios desde los cuales se debe educar al cristiano en el aprecio de los sacramentales: la objetividad, la oportunidad, el discernimiento:
  - Es preciso prevenir contra el mito, el rito, la superstición o la creencia ingenua de beneficios mágicos. En la medida en que haya instrucción religiosa, se entiende y discierne lo que es valioso o lo que es superficial en todo gesto, objeto o signo religioso. Si predomina la ignorancia, determinados sacramentales pueden rondar el ámbito supersticioso del fetichismo y de la magia, con la consiguiente perturbación de las conciencias y engaño de las mentes.
   - Es conveniente graduar con discre­ción y discernimiento la importancia de las prácticas sacramentales. No siempre es fácil el conseguirlo, dada la carga fantasiosa y afectiva que con frecuencia se deposita en las acciones piadosas.
    Depende de las personas y de su situación, de las culturas y de los entornos sociales, de la misma sensibilidad religiosa de los destinatarios o de los artífices de los gestos sacramentales. En todo caso, hay que ayudar al creyente, sobre todo si no posee excesiva cultura o sensibilidad selecta, a discernir lo que es importante y lo que resulta secundario. Siempre será criterio firme que lo valio­so es la gracia o amistad divina, que los sacramentos son los cauces primarios de la gracia y, sólo en tercer lugar, que hay sacramentales que deben ser respetados y oportunamente empleados.

Es aconsejable siempre, sobre todo para espíritus formados, la prudente moderación, y cierta austeridad en aras de la libertad, en el uso de los sacramentales. La abundancia de prácticas y de creencias, la exageración de ritos y de objetos, puede ser tan perjudicial o más que la actitud despectiva ante todo lo que refleje sacralidad o religiosidad, por secularizada que resulte una cultura, una persona o un ambiente social