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Nombre del hijo de David, tenido como consolación de Betsabé, la mujer de Urías el hitita, asesinado vilmente por David. Después que murió el hijo concebido del adulterio, David consoló a su nueva esposa con otro hijo, al que llamó Yeddiyá, aunque luego fe denominado Salomón (tal vez de Salem, que significaría dichoso).
Su padre le prefirió para el reino a su hijo mayor Adonías, después de una conjura entre Salomé, su madre, el profeta Natán y el sacerdote Sadoc. Reinó entre el 970 y el 930, después de haber matado a Adonías y a Joab, que podrían haberse hecho sus adversarios.
Fue el rey más glorioso de Israel. En la Biblia quedó así, por la resonancia de las fuentes sacerdotales, pues no en vano fue el constructor del Templo y el organizador del bienestar y del poderío de Israel. Tuvo múltiples esposas en su harén, entre ellas la hija del Rey de Egipto, su preferida. Y se le ensalzó como singularmente sabio, por lo que se le atribuyeron algunos libros sapienciales como el Eclesiastés, los Proverbios y el libro de la Sabiduría.
Las fuentes profanas le consideran un hábil estratega, propenso a los pactos comerciales con sus vecinos fenicios de Tiró y Sidón y con los demás reinos vecinos. Explotó a su pueblo con elevados tributos que fueron causa de la desmembración del reino cuando el falleció y su hijo se negó a suavizar la tributación a las tribus del Norte.
La Biblia atribuyó luego el castigo de la división del Reino a la idolatría del rey, la cual debe ser interpretada como tolerancia con los cultos de los países vecinos con los cuales estableció pactos de fronteras y de comercio. A pesar de ello, la figura de Salomón quedó en Israel durante un milenio como el emblema de la grandeza, de la paz y de la prosperidad.
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