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Etimológicamente, semillero; como metáfora se aplica a los centros de formación de sacerdotes o religiosos. El Concilio de Trento determinó la existencia de un Seminario en cada Diócesis, por lo que desde entonces solía denominar "Seminario Conciliar" al que respondía a esos tipos de prescripciones y organización.
El Derecho canónico de la Iglesia, siguiendo los criterio del Concilio Vaticano II, determina sus condiciones, exigencias básicas y procesos en la preparación de los sacerdotes (cc. 238 a 263). En los finales del siglo XX y comienzos del XXI los Seminarios se flexibilizan en cuanto a normas y en muchos países cada Diócesis se acomoda a las circunstancias y organiza la formación del Seminaristas según posibilidades y el número de los mismos.
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