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Conjunto de signos o señales de una enfermedad, trastorno o desajuste. Ordinariamente en la terminología clínica se denomina cada síndrome por el biólogo o médico que primero lo describió o investigó: síndrome de Down, síndrome de Babinsky, síndrome de Weber.
Hay síndromes psicopatológicos que el educador y formador deben conocer, incluso de aquellos que afectan a la salud espiritual: tal es el síndrome de las toxicomanías, el de las ludopatías, el de la agresividad enfermiza.
El conocer los rasgos específicos de determinados trastornos, que a veces tienen muchos que ver con los problemas éticos, puede evitar desgracias que se lamentan luego por haber carecido de perspectiva adecuada. Tal es el caso del suicida, del violador, del homosexual, cuyos síntomas pueden denotar la necesidad de ayuda oportuna o bien para darla o bien para encauzar hacia su búsqueda.
El educador de la fe no tiene por qué ser un psiquiatra o un psicólogo clínico. Pero cuanto mejor preparado esté para los episodios adversos, mejor puede ofrecer una ayuda cuando la ocasión se presente.
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