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Es el estudio o el saber religioso, es decir referido a Dios (Teos), que implica compromiso o sabiduría práctica (sofos).
El término teosofía se asoció frecuentemente una forma un tanto tendenciosa, parcial y supersticiosa, de entender la realidad divina, a diferencia de la Teología que se apoya en la misma revelación de Dios sobre sí mismo.
La Teosofía se vincula con frecuencia a la realidad misteriosa de Dios en cuanto puede generar determinadas fuerzas y capacidades ocultas (adivinación, poderes ocultos, misterios reservados, poderes taumatúrgicos, etc.)
El término, que fue usado en los tiempos primitivos como sinónimo de sabiduría divina, se degeneró a finales de la Edad Media y en el Renacimiento, como aplicable a los que pretendían conocer cosas divinas en secreto y contar con ayudas celestiales en clave mágica.
Hubo teósofos, como Paracelso, que asociaron la acción divina a sus prácticas alquimistas o mágicas y afirmaron o sugirieron que Dios actuaba a través de sus actividades científicas o antropológicas. Se llamaron a sí mismos "sabios en las cosas divinas" (teósofos).
Esa actitud se desarrolló en el siglo XIX por efecto de las influencias de los racionalistas, positivistas y científicos que pretendieron marginar las religiones positivas para explicar muchos hechos humanos, sociales y personales. Al no poder prescindir de la Teología, pretendieron humanizarla, racionalizarla, y la llamaron "Teosofía". No estuvieron lejos de esta vana pretensión los promotores de sociedades secretas, como la masonería. Por eso se multiplicaron autores que cultivaron la mística natural, la creencia en las fuerzas ocultas de la naturaleza, la defensa a ultranza de un Dios amorfo y natural, propio del Deísmo y de la Filantropía, la duda sobre el presentado como Padre, como Trino en personas y como Providente con los hombres.
Hallaron buen apoyo con frecuencia en las influencias del budismo oriental y de los grupos hinduistas que se extendieron por Occidente. Asociaron a la influencia divina la visión mística de la vida o de la naturaleza. Así actuaron H.P. Blavatsky (1831-1891), R. Steiner (1861-1925) o F. Schelling (1775-1854) y otros que se desviaron hacia el cultivo de las ciencias ocultas como C. du Prel (1839-1999) o hacia la mística filosófica como Ernesto Troeltsch (1865-1923).
Algunos grupos semireligiosos recientes, americanos sobre todo, han empleado el término con sentido parcial, como una síntesis entre el conocimiento natural de Dios y las transformaciones de la sociedad y de la vida por fuerzas divinas naturales, no sobrenaturales. Así ha hecho la "Sociedad teosófica americana" y los muchos autores decimonónicos que cultivaron el esoterismo, el espiritismo, el panteísmo o el misticismo afectivo.
Incluso han existido formas teosóficas cercanas al cristianismo. A. Rosmini, en su libro "Teosofía", define la idea de sabiduría divina de una forma cercana al panteísmo, sin llegar a él. Dios está en el ser de las cosas, desde las naturales a las sobrenaturales. Descubrirlo y adorarlo es de sabios. Los que se dan cuenta de ello son teósofos.
En tiempos más recientes, los afanes y las influencias orientalistas (budistas, lamaístas, hinduistas) han multiplicado las actitudes teosóficas, resaltando la influencia natural de la divinidad en la vida humana y tratando de hallar en actitudes místicas y contemplativas una explicación a la vida mejor que la ofrecida por las ciencias positivas.
En el terreno de las ciencias y de la literatura, también han existido a veces afinidades teosóficas. Y lo mismo se ha dado en algunos grupos o sectas vinculados ideológicamente a las principales religiones monoteístas: cristiana, judaica, islamista. Por eso se asocia con frecuencia el término de teosofía (no teología o teodicea, revelación o razón) a las creencias panteístas, emanatistas y vitalistas frecuentes en Oriente (metempsícosis, nirvana, conciencia íntima, yo divino, iluminación, contemplación, etc.), que se basan más en la intuición y en la imaginación que en la razón.
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