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Persona o colectividad que acredita, con su declaración directa y fundada en la experiencia indiscutible, la realidad de un acontecimiento o la veracidad de una afirmación.
El testigo tiene que ser persona responsable, lo cual indica que carga con las consecuencias de su testimonio. Por eso nunca es testigo legal un menor o un deficiente. Y en todo caso es misión del juez discernir la veracidad del testimonio y la credibilidad del mismo. Y por eso también es tan inmoral el falso testimonio, dada la credibilidad que en principio se le atribuye y el perjuicio que puede originar si no se es veraz y fiel.
En las culturas antiguas, que eran eminentemente orales y experienciales, el testimonio era la máxima prueba sobre un hecho o una situación. Y cuando los testigos se acumulaban y se comprobaba su independencia y su veracidad, no podía haber ninguna prueba superior. Así hay que entender el valor que se da en la Escritura a las afirmaciones testimoniales y en eso se apoyaba la fuerza del testimonio evangélico de los Apóstoles, que había visto y oído lo que transmitían (1 Jn. 1.1; Jn. 21. 24; Mt. 13.13)
En las culturas modernas son otras pruebas las que reemplazan el testimonio experiencial: documentos, exámenes técnicos, registros visuales, etc.
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