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Además del significado natural de modelo o sujeto significativo y emblemático, se usa este concepto en la exégesis bíblica para hacer referencia al personaje del Antiguo Testamento que refleja o simboliza proféticamente una persona o acontecimiento del Nuevo Testamento.
Es entonces sinónimo de figura, de modelo, de anuncio o de paradigma, que recoge la doctrina frecuentemente de los Padres de la Iglesia quienes ven en el Antiguo Testamento una fuente de anuncios o de "tipos" de lo que habría de ser el Nuevo.
El Butismo, la realeza de Jesús, la redención, la Iglesia, la conversión, la resurrección, los milagros, etc... se hallan con frecuencia preanunciados en el mismo Antiguo Testamento. Y no se trata de una simple asociación metafórica y acomodaticia de pasajes adecuados. Es la certeza de que en el Nuevo Testamento se realizó lo que latía en el Antiguo.
Jesús es el nuevo Adán (Lc 3.23-38) y el nuevo Abel, que murió por ser agradable a Dios. Las dos esposas de Abraham, el sacrificio de Isaac, el de Melchisedech, la primogenitura conseguida por Jacob, la venta de José por sus hermanos y, sobre todo, los anuncios proféticos de la viña de Israel, de la virgen que da a luz, de siervo de Yaweh, etc. son tipos de lo venidero. Los autores del Nuevo Testamento están continuamente aludiendo a las profecías, a los símbolos, a las referencias: Ex. 12. 46; Zac. 12. 10; Num. 21. 8.
La misma expresión de ser tipo o anuncio está tomada del vocabulario paulino (typos): 1 Cor 10.6 y 11. Significa imagen tallada o modelo. Y es que Pablo tenía claro que el Antiguo Testamento no fue otra cosa que una preparación y anuncio del gran acontecimiento del Nuevo y por lo tanto la puerta de entrada del Salvador y de sus Reino, la Iglesia.
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