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Trastorno emocional que causa una alteración en la conducta. Las causas pueden ser externas o internas. Y la gravedad puede ser mayor o menor. El equilibrio mental puede quedar alternado o se puede contar con suficiencia para reconstruir los vínculos afectivos o sociales que el trauma produce.
Las vivencias traumáticas son particularmente peligrosas cuando acontecen en las etapas infantiles, al no tener configurada la personalidad: una ruptura familiar, un accidente, un fracaso hiriente, una agresión física o moral, una represión que genera miedos. No siempre los traumas tienen manifestaciones externas. Suelen ser peores lo que originan represiones latentes y no se liberan con explosiones de llanto, con evasiones o desahogos, con satisfacciones afectivas en relación a las personas que puede presentarse como protectoras. Dejan más efectos a larga distancia.
El educador, también el catequista, debe recordar la posibilidad de traumas de naturaleza moral o religiosa: un escándalo, un desengaño afectivo con persona modélica, la destrucción de un ideal espíritu construido en la infancia, etc.
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