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Sede solemne en la que se sienta, sobre todo en los actos públicos, el rey para regir, para legislas y para juzgar, según el tipo de monarquía que presida.
Ha sido siempre emblema de poder y de dignidad. Por eso se ha transferido con frecuencia la divinidad. El trono se asoció naturalmente a la grandeza de Dios creador y a la dignidad de Cristo Juez del universo. Sin embargo, no se asoció al Espíritu Santo que, por responder a un concepto más sutil, se asocio a la llama aérea o a la paloma voladora.
Por asociación con su divino Hijo, también a María Stma, desde la Edad Media, se la atribuyó una sede majestuosa, recordando el papel que la madre de Salomón asumía cuando iba a hablar con el Rey, su hijo (1 Rey. 2.19).
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