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Cristianos orientales que reconocen la supremacía del pontífice romano y reclaman una unificación de los ortodoxos griegos con la Iglesia de Roma. Desde el Concilio I de Lyon de 1245, bajo Inocencio IV, se aceptó por lo delegados griegos la supremacía del Obispo de Roma.
Cuando regresaron a sus iglesias las autoridades, los monjes y muchos gobernadores, junto al clero y pueblo, se opusieron y consideraron traidores y vendidos a los romanos a lo delegados. La unión fracasó, pero los que siguieron el compromiso contraído, en grupos aislados o de forma personal, quedaron adheridos a Roma y se les llamó en su lengua eslava, "Uniatas". Mantuvieron durante siglo lazos de jerarquía y de fidelidad a la Iglesia Católica.
Algunos grupos se extendieron por Oriente e incluso por la extensa Iglesia rusa, aunque ni el Patriarcado de Moscú ni el de Atenas o de Constantinopla secundaron el movimiento.
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