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Son las formas de cubrir el cuerpo que siempre ha tenido los hombres desde que son racionales, en función del pudor que el ser inteligente siente ante la desnudez propia o ajena o de la necesidad que tiene de abrigo, higiene o expresión estética ante los demás.
Cuando los vestidos, al menos exteriores, responden a un signo de pertenencia a un cuerpo o función social se suele denominar uniformes, los cuales pueden ser de muchos tipos: militares, políticos, académicos, religiosos, deportivos, etc. O bien pueden denotar el status social de quien lo lleva: esclavos, médicos, catedráticos, etc. o la identidad sexual de quien lo ostenta (femeninos, masculinos)
Incluso algunos rasgos de los vestidos indican determinadas situaciones testimoniales: el color que diferencia el duelo del que se halla en una ceremonia nupcial, la hechura que identifica al que se halla en una cárcel o conduce un vehículo determinado.
Hasta la indumentaria de los difuntos, la mortaja, significó también un deseo y una actitud determinada ante el difunto. Por eso los más despreciables, como eran los esclavos o los penados eran enterrados desnudos mientras que los reyes y poderosos iban ricamente ataviados a los sepulcros para regocijos de los expoliadores de los siglos posteriores.
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