|  |           Etimológicamente (virtus) virtud significa  fuerza, energía, cualidad de varón (vir). En catequesis el tema de la  "virtud" es muy general, pero importante. Y el de las virtudes es  ambicioso y prolijo, pero concreto.  Ambos  son prioritarios.    1.  Vida y virtud     El terreno práctico, concreto y dinámico de  las virtudes orienta la acción del catequista hacia la adquisición de las  formas convenientes de obrar.Educar en las virtudes es fundamental para  la formación de la conciencia y de la inteligencia.
 
 1.1. Significado catequístico.
     El catequista tiene que reflexionar con  frecuencia en cómo hacer para que sus catequizandos se inicien en el  "buen comportamiento", entendiendo por tal el que se ajusta a las  exigencias del Evangelio. Y esto significa que tiene que animar a sus  catequizandos a practicar las virtudes cristianas.Basta que una virtud fundamental, la  justicia, la sinceridad, la austeridad, por ejemplo, no funcione en una  persona, para que toda su vida espiritual se resquebraje y se debilite. Y  basta que un vicio se adueñe de un hombre, la mentira, la lujuria, la  soberbia, para que toda su conducta se aleje del Evangelio.
 La virtud en el cristiano no es sólo la  conducta honrada por imperativo de la propia conciencia, por honradez. Es sobre  todo imitación del modelo que es Jesús y respuesta libre el mandato que dio a  sus seguidores: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto".  (Mt. 5.48)
 Es lo que han hechos todos los santos,  comenzando por sus Apóstoles que recogieron y transmitieron a los demás creyentes  su mensaje de amor.
 Con todo, el catequista debe recordar que la  moral cristiana es más positiva que negativa. Se cuida más de promover las  virtudes que de fustigar los vicios.
 Mira más a educar en el bien que a prevenir  el mal, a pesar de que determinadas actitudes o corrientes cristianas  rigoristas han pretendido lo contrario, por el prejuicio de que la naturaleza  humana está dañada por el pecado (iluminismo, jansenismo, pesimismo) y han  pretendido más prevenir el mal que abrir la mente y el corazón del hombre a  la práctica del bien.
 Pero,  sin caer en el optimismo desmesurado, en el naturalismo, el catequista debe  tender más a señalar a sus catequizandos los caminos hacia el bien. Para ello  se precisa energía, valor, fuerza y lucha. Y esto es la virtud.
    1.2. Disposiciones    Esta  actitud implica determinadas disposiciones en el catequista:- Si la conciencia se halla bien orientada,  se lucha más contra el pecado, contra el vicio, contra las desviaciones,  enseñanza a hacer el bien que adoptando actitudes defensivas contra el  mal.
 - Si  la Iglesia dedica más tiempo y esfuerzo a defenderse del error que a predicar  la verdad, no cumple el mandato de Jesús de "predicar el mensaje de  salvación a todas las naciones". El Salvador la fundó y envío al  mundo para anunciar el bien, el Evangelio, no para condenar el mal.
 - Si el catequista gasta sus energías en  prevenir contra el mal y no en despertar el deseo de hacer el bien, su  catequesis se moraliza (se hace ética) y se "desenvangeliza",  (pierde fuerza kerigmática). Entonces queda debilitada y se desgasta más bien  pronto que tarde.
    2.  Naturaleza de la virtud    La virtud en esencia es el hábito bueno,  del mismo modo que el vicio es el hábito malo. El hábito es la repetición de  actos, lo que significa que es tendencia, costumbre, propensión que se  adquiere a repetir lo mismo siempre que una vez se realiza.La virtud, en sí misma considerada, es una  cualidad natural que se adquiere por la repetición de actos. Y por eso tiene  tanta importancia en educación, pues el educador debe lograr que, mediante  esa repetición, se desarrollen las virtudes fundamentales de la vida cristiana.
 Blas Pascal (1623-1662) decía "La  virtud de un hombre no se mide por los esfuerzos que hace en ocasiones especiales,  sino por la conducta ordinaria de la vida cotidiana". (Pensamientos  29)
 Las virtudes son los instrumentos o cauces  con los que se consigue la virtud. La virtud es perfección estable del mismo  modo que las virtudes son instrumentos parciales.
 Es  evidente que los cristianos no pueden obrar en aspectos o terrenos de la fe y  de la gracia por las solas fuerzas de la naturaleza o por los meros argumentos  de la razón. Sólo si miran las cosas y los hechos a la luz del mensaje y de la  vida de Cristo, su ideal se eleva a lo sobrenatural.
 Ellos necesitan vivir con dinamismos más  profundos en su obrar.
 San Gregorio de Nisa (335-394) decía: "El  objetivo de una vida virtuosa para el cristiano consiste en llegar a ser semejante  a Dios. Ese debe ser su ideal".
 Y San Agustín (354-431) recordaba: "Vivir  bien no es otra cosa que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y en  todas las acciones. Quien está vigilante para no dejarse sorprender por la  astucia y el engaño, se halla siempre en disposición de hacer lo que dios  quiere y ninguna desgracia puede perjudicarle o destruirle. La cumbre de  nuestra vida es el amor. Este es nuestro fin. Para conseguirlo corremos y  cuando lo conseguimos reposamos"
    3.  Tipos de virtudes    En la tradición ascética cristiana se suelen  dividir las virtudes en teologales y morales, en sobrenaturales y en naturales,  en divinas y humanas.Las primeras son las que Dios nos concede  en germen por su misma gracia y nosotros desarrollamos por nuestra fidelidad  a sus invitaciones y en función de nuestra aceptación libre. Por eso las denominamos  teologales, pues tienen a Dios por principio y por objeto.
    3.1. Virtudes teologales [321]    Estas virtudes teologales son regalos  divinos que se nos infunden en el alma y nosotros desarrollamos poco a poco en  la vida, actuando con buena voluntad y también respondiendo a las ayudas externas  que recibimos, entre las cuales la educación es la principal. Estas virtudes, recogiendo la expresión de S.  Pablo a los Corintios (1. Cor. 13. 13) son la caridad, la fe y la esperanza.
 *  La Caridad es la mayor gracia divina que recibimos del mismo Dios. No sólo es un don el  amor a Dios, sino que se desarrolla en el mismo hecho de amar a los hombres  como hijos de Dios.
 *  La Fe es el gran don que se recibe gratuitamente de Dios y consiste en la adhesión  plena a la Palabra divina.
 *  La Esperanza es la actitud de confianza que Dios nos inspira en virtud de sus gestos  interminables de misericordia y según las promesas de salvación que nos ha  hecho.
 
    3.2. Las virtudes morales [325]     Las  virtudes morales son cualidades que nosotros desarrollamos por la repetición  de actos buenos que constituyen su objeto. Las solemos llamar éticas o morales.Algunos  autores antiguos, como Sto. Tomás, las denominan cardinales, por ser ejes (cardo,  gozne, en latín) de otras muchas que se construyen en torno a ellas y las  desarrollan de alguna forma.
    3.2.1. Opiniones y clasificaciones    Se las considera en cuatro formas, ejes o  grupos: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. En muchas de las explicaciones de estas  cuatro virtudes, los comentaristas antiguos son tributarios de los maestros  griegos de la Filosofía, sobre todo de Platón y de Aristóteles.
 Platón (La República. 4) habla de las  cuatro virtudes que engendran otras, que son cardinales...: la prudencia, o  sabiduría práctica, que es propia de la inteligencia; de fortaleza, o  valentía y coraje, propia del a voluntad; de la templanza, o austeridad de  vida, que es propia del cuerpo; y de la justicia, o equilibrio, que implica la  armonía entre las otras tres
 Aristóteles, en la "Etica a Nicomáco"  (2.6), habla de la virtud como "hábito o forma de ser".... como  "cualidad que depende de nuestra voluntad, pero regulada por la razón y  que se sitúa en un justo medio entre extremos". Para él hay dos formas de  virtudes "noéticas" y dos "éticas": son noéticas o  teóricas "la prudencia y la justicia": y son éticas o prácticas  "la templanza y la fortaleza".
 Los romanos como Cicerón, Séneca, Plotino,  más tarde, seguirían insistiendo en el valor de la virtud como forma de ordenar  la vida de los hombres, individual y colectivamente considerados.
 Los cristianos recogerán de los grandes  pensadores antiguos muchas de las formas de hablar de la virtud y de las virtudes.
 San Agustín entiende la virtud como  "ordo amoris", como ordenación del amor hacia objetos concretos (De  Civitas Dei 15. 22)... Es un hábito del alma que sigue los cauces de la  moderación y de la rectitud.
 Y Sto. Tomás dirá que la virtud es "hábito  del alma que nos lleva hacia el bien, del mismo modo que el vicio es un hábito  que nos lleva al mal (Summa Th. 2. 2. q. 55)
 En todos ellos hay coincidencia en reclamar  la acción humana, unas veces libre y otras alentadas desde el exterior, en su  consecución. Adquirimos las virtudes con nuestro esfuerzo Y las poseemos  todas ellas interrelacionadas de alguna forma.
    3.2.2. Las cuatro virtudes    Por eso a las básicas las denominamos cardinales,  porque se convierten en ejes o fundamentos de otras muchas. Estas son las  antes nombradas.La Prudencia es la actitud reflexiva que nos facilita el discernimiento entre el bien y el  mal.
 La Justicia equivale a la llamada de  nuestra conciencia a respetar al prójimo y ofrecer a cada uno lo que le corresponde.
 La Fortaleza equivale a la energía de nuestro espíritu y corazón para vencer el mal.
 Y la Templanza es la moderación en las inclinaciones sensoriales que sometemos a la justa  razón.
 Cualquiera de estas virtudes se puede  considerar como regalos divinos para conseguir la vida cristiana y el comportamiento  digno que Dios espera de nosotros.
    4. Las virtudes y la vida    Nuestra pertenencia a la familia humana, y  también a la Comunidad de fe y de vida cristiana que es la Iglesia, reclama de  nosotros una dimensión solidaria a nuestra manera de pensar y de actuar.Las virtudes y los valores, los ideales y  los criterios morales, las actitudes y los actos buenos, tienen siempre  carácter comunitario, incluso los que se hacen de la forma más secreta y  personal.
 Los hombres vivimos en relación con los  demás y los cristianos somos además miembros del Cuerpo Místico de Jesús. Todo  lo bueno y lo malo que hacemos posee resonancia comunitaria. Tenemos que ser  sensibles a esta dimensión de solidaridad y de vivencia moral compartida.  Ella hará nuestra conciencia más eclesial.
 Son hermosas las recomendaciones sobre el a  vida virtuosa que San Pablo ofrece a su discípulo Timoteo: "Huye de  los excesos juveniles, lucha por llevar vida de rectitud, de fe, de amor, de  paz en unión con los que invocan sinceramente al Señor. Evita las controversias  inútiles e incorrectas que sólo engendran altercados. Quien sirve al Señor  no debe ser pendenciero. Debe ser amable con todos, buen educador y sufrido".   (2 Tim. 2. 20-24)
     |  |  |      5.  Virtudes teologales    Son las que tienen a Dios por objeto, por  centro, por motor: para creen en el, la fe, mucho más que la credulidad; para  esperar en El, la esperanza, muy superior a la espera; y para amarle totalmente,  la caridad, muy diferente de la filantropía y de la simpatía.    5.1. La caridad    La más excelente y sublime es la caridad.  Es la más "teológica", la más centrada en El. "Es la virtud  teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo, y a  nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios". (Catec. de  la Iglesia Católica).Esa referencia a Dios es el factor fundamental  en el concepto cristiano de caridad, virtud sobrenatural que no une a Dios y  que exige el amor humano. Precisamente por ese amor a Dios, el amor al hombre  no se reduce a simpatía, a compasión o a simple afecto. Si ella el amor  humano no pasa de simple filantropía.
 Fue la cualidad más reclamada por Jesús para  sus seguidores. El proclamó que el amor es el mandamiento principal de la Ley:  "El amor a Dios y el amor al prójimo, que es un mismo amor"  (Mt. 22. 37). Y les dio un sólo mandamiento: "Amaos los unos a los  otros como yo os he amado, y en eso conocerán que sois mis discípulos".  (Jn. 13. 34)
 Son 143 las veces que aparece en el  N.T el verbo "agapeo", amar, y 117  la forma concreta de "agapé". Y son 75 las formas de  "fileo", también expresión del amor o entrega al otro.
 La caridad con el prójimo es la señal  distintiva del cristiano. Es la que autentifica el amor a Dios: "Quien  dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su prójimo, a quien ve, ese tal  es un mentiroso." (1 Jn. 14,20).
 
    5.2. La Fe [322]        Es la virtud del hombre inteligente que  acoge el mensaje divino y lo asume como reflejo y expresión del mismo Dios. Es  la actitud que se asume ante el misterio incomprensible, el cual se acepta  por la misma autoridad de Dios. Es una virtud radical y su objeto es la persona  la palabra o la voluntad de Dios.* La fe humana implica un objeto humano:  creer en una persona o en una enseñanza de hombre. Supone acogida, adhesión y  permanencia.
 *  La  fe divina, sin embargo, implica un objeto superior: Dios y su mensaje, Cristo  que es Dios encarnado y sus enseñanzas, el Espíritu Santo que actúa en el alma  y la transforma.
 Los teólogos cristianos resaltan el carácter  existencial absoluto de la fe, para distinguirla así del concepto de creencia.
 El alma de la fe, como virtud teologal, es  la adhesión a la misma persona de Cristo, que es divina. Por eso el cristianismo  no implica sólo la fe o aceptación de lo que dice Jesús, sino la acogida de su  misma persona divina. Los cristianos no creemos "a" Jesús, sino  creemos "en" Jesús. Por eso llamamos a Jesús "Verbo",  Logos, Palabra divina encarnada. No hacemos diferencia esencial entre su ser  y su decir.
 La fe es virtud misteriosa que Dios regala  al hombre cuando y como quiere. Es muy superior a la creencia, que es actitud  humana de aceptación y acogida en función del sentido de la inteligencia y de  la bondad divina. Y desde luego es muy superior a la credulidad, que es la  aceptación ingenua de lo que se oye o se encuentra.
 La fe abarca la creencia, está lejos del a  credulidad. Pero se diferencia esencialmente ambas.
 Todo el Nuevo Testamento, de los evangelistas  y de las Cartas, sobre todo de Santiago y de S. Pablo, está aludiendo  continuamente a la importancia de la fe como acogida del mensaje de Cristo. Por  ejemplo en la Carta a los Hebreos (11, 1) la fe se proclama como "el  fundamento de las cosas que se esperan y un convencimiento de las cosas que  no se ven".
 La palabra griega que se emplea es  preferentemente "pistis", que significa el acto de dar la confianza  de uno. Las 242 veces que aparece en los libros del Nuevo Testamento y las 274  que se usa en su forma verbal "pisteuo" o en diversos compuestos, significan  el concepto radical de acogida o adhesión de un mensaje divino es el alma  del término.
 La idea hebrea arcaica de la fe, como  confianza y confianza, queda superada en el Nuevo Testamento con el concepto de  gracia divina, de unión con Dios, de acogida de sus palabras. En Teología  cristiana se ha de distinguir entre el elemento subjetivo de la fe, que  implica la acción sobrenatural de Dios en el alma humana, y el componente  objetivo de la fe, que se caracteriza por reunir un conjunto de verdades en  lo que denominanos credos, en las definiciones de los concilios de la  Iglesia y, en especial, en la Biblia.
     5.3. La Esperanza     Es la virtud teologal que lleva al individuo  a poner absoluta confianza en Dios y en su proyecto de salvación de la humanidad.  La esperanza no es una actitud estática, no es la simple espera, sino algo  dinámico: lo que lleva a colaborar de forma activa con el plan de salvación y  transformación del mundo.Las 86 veces que aparece el término de  esperanza, en forma de verbo "elpidso" o como sustantivo  "elpis", alude a la situación de quien confía en alguien superior.  Es la esperanza, la confianza puesta en Dios.
 La esperanza cristiana, como virtud teológica,  tiene a Dios por centro y ello compromete en el mundo. Por eso es virtud que  engendra deseo de mejora, compromiso de acción, afán de aumentar la paz, la  justicia y el bien en el mundo, en el cual se desea instalar el Reino  anunciado por Jesús y esperado por sus seguidores en la otra vida y en ésta.
 Es conveniente caer en la cuenta de que, en  esencia, la esperanza como virtud cristiana no es pacífica y resignada espera  a que llegue el Reino de Dios en el otro mundo. No mira sólo al más allá, sino  que hace al que la posee consciente de que lo que Dios espera de nosotros en  el más acá es la lucha contra el mal y el trabajo esforzado para establecer el  bien.
 Se  debe, pues, superar el mero concepto de esperanza como confianza en la salvación  en el mundo que vendrá.
 Esto  es muy importante en la formación cristiana de la conciencia, pues durante  mucho tiempo se ha pensado que la religión consuela e inhibe. Los adversarios  del cristianismo, como Marx (religión, sobretodo cristiana, el opio del  pueblo), Nietzsche (religión destrucción del hombre fuerte y libre),  Fueuerbach (religión opresión de la inteligencia), han explotado esta  perspectiva parcial y falsa.
 La  religión reclama caridad comprometida, esperanza dinámica y fe luchadora. Son  pues virtudes que se manifiestan en las obras de la vida. Si esta dimensión  no se entiende y se convierte en programas de educación comprometida y comprometedora  no hay formación cristiana verdadera y duradera.
    6. Virtudes morales     Las virtudes morales están más centradas  en el hombre en cuanto ser libre que las adquiere con la repetición de actos  buenos. Reclaman un programa intenso de actos buenos, libres, repetidos, ordenados  y graduados, que vayan haciéndolas penetrar hasta el fondo de la persona y  convirtiéndolas en hábitos firmes, que eso son las virtudes.    6.1. Prudencia. [327]    Es la virtud del sentido común, cuya base  es la inteligencia. Se identifica con la sabiduría: 76 veces en la raíz de  sofía (sabiduría), 37 en la de fronesis (discreción), 35 en la de synhiemi  (pensamiento reflexivo). Aparece el término en múltiples contextos  semánticos y conceptuales a lo largo de todo el Nuevo Testamento.Pero la sabiduría llevada a la vida de cada  día, el sentido común, la habilidad, para moverse en el mundo es la que  esconde la fuerza, la virtud, cristiana
 En cualquiera de las acepciones en que  recojamos la idea, la prudencia refleja la serenidad en la mente, la capacidad  para desenvolverse en el mundo, la discreción para relacionarse y la habilidad  para situarse.
 Es una virtud recomendada por el mismo  Jesús: "Sed prudentes como serpientes" (Mt 10.16). "Siervo fiel y prudente" (Mt. 24. 24). "Vírgenes prudentes"  (Mt. 25. 8)... "El que pone por obra mis palabras es prudente..."  (Mt 10.16)
 La prudencia tiene sus mejores manifestaciones  en la serenidad en los juicios, en la agudeza en las previsiones, en la acomodación  a los recursos y a los cambios, en la serenidad en las decisiones, en la moderación  y en la estabilidad en las opciones.
    6.2. Fortaleza. [326]    Es la virtud que nos hace enfrentarnos con  decisión a las diversas circunstancias de la vida. En el Nuevo Testamento se  identifica con el valor, la decisión y la energía, la capacidad de persuadir,  la decisión, la audacia, el atrevimiento.En todo caso es la cualidad que le hace al  hombre enfrentarse sin cobardía y sin debilidad con las adversidades y con los  enemigos. Eso supone que desarrolla confianza en Dios y humildad ante sí mismo,  que se abre a los demás sin temor y no se acobarda por los obstáculos. Se  presenta a Cristo como el modelo de fortaleza, de valentía y de decisión. Por  eso la fortaleza cristiana alcanza la plenitud en el martirio, es decir en la  capacidad de dar testimonio de la propia fe al precio de la propia vida, como  aconteció con el mismo Jesús.
 No cabe duda de que la catequesis de la  fortaleza supone una decisiva actuación del educador de la fe. Se prepara a  los actos de fortaleza con la paciencia en las adversidades, con el optimismo  en los juicios de valor, con el cultivo de la alegría y con la resignación  serena en los fracasos cuando llegan.
     6.3. Templanza      Es la virtud que facilita la vida superior  y la superación de las inclinaciones materiales de hombre. Tiene que ver  con la renuncia, con la austeridad, con la penitencia, con el trabajo, con  el esfuerzo, con la sobriedad, con el dominio de si mismo.El cristiano es un caminante en la vida y su  ideal no está en aprovecharse del presente, sino en prepararse para el  porvenir. Por eso el Evangelio insiste en la penitencia y en la pobreza como  caminos de la salvación y se rechaza el abuso de los bienes de esta vida como  peligro de empobrecimiento moral y espiritual de los seguidoresde Jesús.
   
 |  | 
  
    |  |       6.4. Justicia     Es la constante y perpetua voluntad de  dar a cada uno lo que le corresponde. Es una actitud radical de la persona  humana que se traduce en honradez, en sinceridad, en respeto, en apertura y  en comprensión con todos los hombres.    6.4.1. Rasgos evangélicos    En el mensaje de Jesús, que es lo mismo que  decir en lo más profundo y vivo de su doctrina, la justicia se presente como  eje y fundamento de la fidelidad a Dios.La frecuencia con que aparece el termino  justicia (dikaiosine, dikaios) en los escritos del Nuevo Testamento (228 en  forma positiva, justo, justicia, justificar; y 71 en referencia negativa,  injusto, injusticia) indica la importancia que tiene la idea en los autores.
 Posee un doble sentido: por una parte, la  participación en la pureza de Dios reflejada en la conducta de los hombres; y  por otra, recoge la amistad divina lograda después de la destrucción del  pecado.
 No es extraño que Jesús aluda continuamente  al ideal de la justicia como verdadero distintivo de los que se hallan cerca  del Reino de Dios que El ha venido a anunciar al mundo. A sus seguidores les  recomienda: "Buscad primero de todo el Reino de Dios y su justicia y  todo lo demás os vendrá por añadidura". (Mt 6. 33)
 Y a todos bendice con el deseo de que  lleguen a ser dueños de la justicia, triunfando en sus vidas: "Bienaventurados  los que tienen hambre y sed de justicia, porque verán sus deseos satisfechos  y bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque suyo es  el Reino de los cielos" (Mt 5. 6-10).
 La justicia es ante todo una actitud del  corazón que refleja el amor divino al mundo y se traduce en respuesta de obras  honestas. No es un código de conducta, pues las normas de poco sirven si no  nacen del corazón. Las obras son justas sólo si proceden de un corazón que las  hace tales. De lo contrario, pueden ser mera apariencia.
 También en esta limpieza interior insiste  el mensaje de Jesús, sobre todo al mirar a su alrededor y ver tantos hombres  que fingen justicia sin tenerla en su interior: "Mirad que si vuestro  justicia no es mayor que la que muestran los escribas y fariseos, no  entraréis en el Reino de los cielos"    (Mt. 5. 20)
 
  Las  virtudes. De Rafael
    6.4.2. Obras de la justicia    El sentido de justicia que Jesús muestra en  sus palabras es verdaderamente comprometedor para quienes quieren vivir en armonía  con sus enseñanzas.Por una parte mira a Dios, que es la fuente  de toda justicia y reclama que el hombre se comporte en su presencia como El  quiere. Por otra parte ofrece una profunda referencia a los hombres, a los  cuales hay que tratar como Dios espera y como el ser imagen suya reclama.
 Jesús explica su sentido de la justicia con  la parábola del criado inicuo, a quien el amo perdonó la gran deuda que tenía  de diez mil talentos: "No teniendo con qué pagar, mandó que le vendieran  a él, a su mujer, a sus hijos y a todas su cosas. Cayó de rodillas y le decía:  "Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré". Compadecido, el amo  se lo perdonó todo.
 Al salir, se encontró con un compañero que  le debía cien denarios. Le agarró por el cuello y le dijo: "Págame lo que  me debes". Y él le decía: "Ten paciencia conmigo, que yo te lo  pagaré". Pero no quiso y le metió en prisión hasta que liquidó la  deuda"   (Mat.18. 23-34)
 En la  enseñanza de esta parábola de Jesús, el sentido de justicia es mucho más  profundo que el mero zanjar las deudas. Llega a las actitudes del corazón,  rechaza la dureza en el trato más allá de las razones, abarca a la totalidad  de la vida, compromete a la benevolencia y al agradecimiento.
 No es extraño que Jesús ponga en boca del  amo la profunda explicación de la actitud injusta: "Siervo malvado, ¿no  era justo que tú perdonaras a tu compañero como yo te perdoné a ti?"
 La justicia de los hombres y entre los  hombres posee siempre un reflejo, un eco y una imitación de la misma Justicia  de Dios, que los hombres tienen que imitar.
    6.4.3. Tipos y formas    La extensión de la justicia llega a todos  los terrenos y momentos de la vida humana. Es un modo de ser y no sólo un  estilo de obrar. Por lo tanto, compromete a toda la personalidad en la  ordenación de los comportamientos en relación consigo mismo y con los demás.Por eso, siempre se ha hablado de la  justicia en la moral cristiana aludiendo a sus diversos modos o  manifestaciones.
 - Es justicia legal la que impulsa al hombre  cristiano a cumplir la ley, tanto divina como humana, por ser reflejo de la  voluntad de Dios.
 - Es justicia distributiva la que lleva a la  conciencia a asumir, en la comunidad a la que se pertenece, las dedicaciones,  impuestos o servicios, que reclama la igualdad y la proporcionalidad debida  en las relaciones colectivas.
 - Es justicia conmutativa la que mueve a  cada persona a dar a los demás todo lo que les corresponde y a tratar a todos  con la misma medida y sin discriminaciones, dando equilibrio y paz a las  relaciones interpersonales.
 - Es justicia personal la virtud de la mente  y de la voluntad que arrastra hacia el cumplimiento del deber, como respuesta  al reclamo de la propia conciencia.
 - Y hablamos de justicia social cuando se  manifiesta en sistemas y estilos de relación colectiva, que mueven a asegurar  y afirmar el equilibrio en la sociedad, a partir del cumplimiento de los  deberes por parte de cada miembro de ella.
 Todos estos tipos o modos de justicia se  hilvanan en valores comunes de orden, de equidad, de dependencia de la  voluntad de Dios. Todos aluden a la ley que está escrita en los corazones y se  convierte en norma de acción pues algo nos dice en nuestro interior cómo se  debe actuar y en qué nos debemos vigilar para no alejarnos de Dios.
 San Pablo escribía: "No son justos  los que conocen la ley, sino los que la llevan a su cumplimiento"  (Rom 2. 12)
        |  |  |       
    6.4.5. Las injusticias    Tendremos que recordar también que la  justicia reclama una preparación de la mente y del corazón para hacerse realidad  en la vida y no quedarse en mera forma de hablar. Sólo quien ordena sus criterios y desarrolla  sus hábitos de comportamiento en conformidad con sus exigencias, puede  llamarse justo. Por eso la formación de la mente y la educación de la voluntad  en actitudes de justicia reclaman tiempo y deseos de conseguirlo.
 Por  una parte se requiere evitar las injusticias, o situaciones que lesionan los  derechos de los demás. El lenguaje más frecuente de esas lesiones es el de la  discriminación, la cual puede ser de muchos tipos:
 - Discriminación racial es cuando unos grupos  se imponen a otros y les consideran de inferior dignidad o les oprimen con  imposiciones.
 - Discriminación sexual es la que implica  infravaloración de un sexo, ordinariamente el femenino, con actitudes prepotentes  e irracionales.
 -  Discriminación cultural, política, económica, religiosa, etc. son diversas  formas que atentan a la radical igualdad de los hombres, que es un postulado  íntimo de la razón y de la naturaleza.
 Cualquiera de estas discriminaciones  perturba la ley de Dios, para quien todos los hombres son iguales. Aunque en el  mundo encontramos muchas injusticias, el cristiano no puede resignarse a ella  y debe luchar contra su imperio.
 La mejor manera de hacerlo es fomentar la  igualdad y el respeto, la paz y la bondad, la honradez y la solidaridad. A  todo esto se denomina justicia en el sentido más preciso de la palabra.
 Esta  justicia adquiere expresión concreta en el Derecho positivo, que es la expresión  del deseo de esa justicia como forma de vida social. En la sociedad la  justicia se persigue por medio del ordenamiento jurídico que tiende a promover  la dignidad, la libertad, la igualdad y el pluralismo. Se señala este orden  ya que son valores que expresan la justicia.
 Sin embargo la justicia de la colectividad  sólo es posible cuando cada miembro de ella ha sido formado en la justicia y  ha conseguido ordenar su vida en conformidad con ella. Por eso tiene tanta  importancia la educación en la justicia en un sentido muy general, pero  también en clave evangélica.
    6.5. Catequesis de la justicia    La educación en la justicia cristiana es una  de las urgencias de la catequesis en todos los tiempos, pero sobre todo en los  momentos y en los ambientes en que más se puede alterar la vida justa según el  cristianismoPor eso, en los tiempos actuales, en que  predomina en el mundo la injusta distribución de los bienes y de las oportunidades,  el catequista debe hacer lo posible por tomar como prioritaria este tipo de  educación.
 Es exigencia del Evangelio y es reclamo de  la Iglesia en los tiempos actuales, que ha llamado la atención por medio del  Concilio Vaticano II, de los Papas del siglo XX y de la misma sensibilidad de  los creyentes que advierten las deficiencias sociales y los abusos frecuentes.
 El catequista debe buscar planes adecuados  a cada edad, siempre consciente de que es una forma especialmente querida por  el Señor, que se presentó ante los hombres como profeta que reclamaba la  justicia en el mundo y la caridad cuando la justicia no fuera suficiente.
 Trabajar por la justicia y no sólo luchar  contra la injusticia es lo que diferencia al cristiano positivo del mero  portavoz de reivindicaciones humanas y sociales, que con frecuencia se queda  en un líder social o político.
 San Pablo, que tantas veces habla de la  justicia fundamentada en Cristo, nos recuerda que es el amor a Jesús el que  nos lleva a ser justos con los hijos de Dios. "El hombre no se  justifica por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo. Por eso ponemos  nuestra confianza en Cristo, con el fin de obtener de Dios la plena  justificación por El." (Gal 2. 16-18). (Ver justificación)
      |  |